“Testimonio de Bea, Inma y Nacho”

Del 7 al 16 de agosto, tres hermanos de la Comunidad de San Francisco de Granada (Bea, Inma y Nacho) hemos tenido la suerte de vivir la experiencia de la acogida de peregrinos en Santiago. Todo empezó allá por julio cuando se nos comentó la posibilidad de acoger peregrinos del Camino de Santiago. Nos pusimos en contacto con Paco, hermano de dicha provincia, y así, un poco sin saber qué íbamos a hacer, nos lanzamos a la aventura de acoger a todo aquel peregrino que se “nos pusiera por el camino”.

Nada más llegar a Santiago, ya nos dimos cuenta de que aquello iba a ser algo más que una experiencia, iba a ser una experiencia de vida. En el aeropuerto ya nos estaban esperando los franciscanos representados por Paco, para acercarnos a la que sin duda fue nuestra casa durante esos días, el Convento de San Francisco. Tras una visita por el lugar, llegó la hora de acudir al salón donde comían los hermanos, y donde día tras día nos fuimos llenando de experiencias, de cariño, de acogida, de entrega y de amor que se manifestaba en cada palabra y en cada detalle por parte de los hermanos. “El primero entre vosotros que sea vuestro servidor” y así era, los primeros en servicio y los últimos entre los hombres, todo un ejemplo de franciscanismo.

Cuando comenzaba nuestra “tarea” de acogida con los peregrinos, en torno a las 16:00 horas, teníamos muy claro cuál era el espejo en que mirarnos y todo era más fácil. Ni el idioma, ni las distintas creencias son problema cuando es amor lo que se pone en el servicio.

Así pues, transcurría la tarde entre recibir peregrinos, cuidar algún que otro enfermo y compartir preciosas conversaciones con estos peregrinos que, en la mayoría de los casos, iban recorriendo el camino de sus vidas. Un camino que comenzaba en el exterior y les había ido llevando a lo más profundo de su ser.

Tras la cena, en torno a las 22:00, venía el gran momento de la jornada, la oración por la paz con los peregrinos. Bajo una tenue luz, ante la presencia del Cristo de San Damián y en una preciosa y sencilla capilla, el Camino de Santiago encontraba para muchos su pleno sentido, el Camino se hacía Vida, y la “oscuridad” con la que muchas jornadas se andaba se transformaba en una Luz que, sin duda, en más de uno de nosotros, no se apagará nunca: la Luz y el Amor de Dios. La caricia de Dios se sentía en cada canción, en cada beso y abrazo con el hermano, y por supuesto, en la preciosa bendición de San Francisco. Concluía la oración con estas palabras: “los hermanos franciscanos, os hacemos un regalo sencillo, pero un gran regalo, os regalamos la Paz. Llevadla a vuestras vidas.”

En la última comida uno de nosotros agradeció a los hermanos la acogida diciendo: “Nos hemos sentido como de vuestra familia, muchas gracias”; a lo que el Hermano Amado, Provincial de la Provincia de Santiago, respondió: “Es que sois nuestra familia”, y en efecto así lo hemos vivido. Sin más, a todos, muchísimas gracias.

Bea, Inma y Nacho
Comunidad de S. Francisco
Granada.