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¿POR QUÉ A TI? 08.11.2006

En este año 2006 celebramos, recordamos, agradecemos con gozo, el VIII centenario de la conversión de Francisco de Asís. Las biografías parecen indicar que el punto de inflexión en su vida, el momento crucial de esa conversión, coincidió con un gesto que cambiaría definitivamente su vida, produciendo un giro copernicano: el beso a un “hermano” leproso. El propio Francisco dejaría dicho que lo que antes le resultaba repugnante desde entonces se le convirtió en dulzura de alma y cuerpo. El joven Francisco había comprendido que en el amor al prójimo, especialmente a los más desfavorecidos, está la felicidad plena. Por eso la vida del que ya luego recordaremos como “san” Francisco de Asís tiene su fundamento en el amor, un amor que brota a raudales cuando se descubre a Dios presente en la vida, dentro del corazón.

“¿Por qué a ti?”. Esta pregunta dirigida por un fraile a Francisco bien puede ser reeditada a día de hoy, unos 800 años después. ¿Por qué tu nombre sigue tan vivo? ¿Por qué tu recuerdo es tan celebrado? Él lo tenía muy claro: porque Dios no había encontrado en la tierra a un hombre tan pecador como él para poder así manifestar al mundo toda la fuerza de su misericordia. Así que el secreto de Francisco se ilumina con el resplandor de Dios. No se puede comprenderle sin aludir a la fuerza de Dios en su propia vida. En Francisco se descubre la pequeñez, la sencillez, la pobreza, como camino de encuentro con el Dios del Evangelio. Gracias Francisco por tu “fraternidad”, por ser un santo tan cercano, tan comprensible. El beso, tu beso al leproso, fue tu apuesta firme por el amor de Dios. Hoy nos toca a nosotras/os reeditar ese beso. Recibe un saludo fraterno desde esta tierra nuestra de sufrimientos y tristezas, de gozos y esperanzas.