San Antonio de Santa Ana Galvão.

 

SAO PAULO, viernes, 11 mayo 2007

Canonización de un franciscano en Brasil

Benedicto XVI presenta a la Iglesia católica el primer santo brasileño
 
 

Una muchedumbre de 1,2 millones de personas participó este viernes en la misa que dio a la Iglesia católica su primer santo nacido en Brasil, san Antonio de Santa Ana Galvão.

El cardenal Saraiva recorrió brevemente la vida del fraile: «hasta el final de sus días fue para todos un hombre de paz y de caridad», dijo. Tras la letanía de todos los santos, el Santo Padre pronunció la fórmula de canonización del Antonio Galvão, suscitando un fuerte aplauso entre la muchedumbre. A partir de ese momento, el fraile franciscano podía ser llamado santo.

A continuación, el Papa recibió las reliquias del nuevo santo, una de las cuales llevada por una religiosa del Monasterio de la Luz, construido y fundado por el franciscano. Fueron entregadas a Benedicto XVI reliquias del cuerpo del santo, un cáliz que usó, el cordón franciscano y la pala que utilizó para construir el Monasterio.

Mientras tanto, los fieles cantaban un himno en honor del santo. Entre las personas que fueron a saludar al Papa se encontraba Enzo Gallafassi, quien nació gracias a un milagro atribuido a la intercesión del franciscano y que permitió su canonización.

Fray Galvão

San Antonio de Santa Ana Galvão nació en Guaratinguetá, en el Estado de Sao Paulo, en 1739, en el seno de una familia conocida por su caridad con los pobres.

Bautizado con el nombre de Antônio Galvão de França, después de haber estudiado con los padres de la Compañía de Jesús, en Bahía, entró en el Orden de los Frailes Menores en 1760.

Fue ordenado sacerdote en 1762 y completó sus estudios teológicos en el Convento de San Francisco, en Sao Paulo, donde vivió durante 60 años, hasta su muerte, acaecida el 23 de diciembre de 1822.

Además de los cargos que desempeñó en su Orden y en la Tercera Orden Franciscana, es conocido sobre todo por haber fundado el «Recolhimento» de Nuestra Señora de la Concepción, más conocido como Monasterio de la Luz , del que han surgido otros nueve monasterios.

Fray Galvão proyectó y construyó ese Monasterio, que ha sido declarado por las Naciones Unidas como patrimonio cultural de la humanidad.

   
 

¿LEYENDA o VERDAD?

desde el púlpito del Monasterio de la Luz Galvao fue conquistando el corazón de los brasileños con sus curas de enfermos desahuciados.

El franciscano logró, a inicios del siglo XIX, un 'milagro' validado por la Iglesia, al curar a un presunto enfermo de cálculos renales y que dio origen a las famosas 'píldoras', pequeños papelitos enrollados cuidadosamente por las monjas, con invocaciones a la Virgen, que consolarían a los devotos.

En esa ocasión, Fray Galvao dio a ingerir al enfermo tres papelitos donde había escrito: 'Post partum Virgo Inviolata permansisti: Dei Genitrix intercede pro nobis (tras el parto, Virgen, permaneciste inmaculada: Madre de Dios, ruega por nosotros)'.

Desde entonces se difundió la devoción por las 'píldoras milagrosas', que deben tomarse mientras se reza una novena a la Virgen, el primero, el quinto y el último día de las oraciones.

Otros 'milagros' que reconoció la Iglesia, a través de la ingestión de sus 'píldoras', fueron la cura de una niña con hepatitis de cuatro años en 1990, que le valió la beatificación, y posteriormente, en 1999, el que confirmó su canonización: el embarazo de una mujer con malformación de útero.

'La Iglesia (católica) recomienda que vayan al médico y que sólo tomen las píldoras cuanto están desahuciados (...) Pero la gente las usa para cosas cotidianas', expresó la hermana Claudia.

 
SU MEMORIA LITURGICA 25 de octubre

Beato Antonio De Santa Ana Galvão (1739-1822)

Texto de L'Osservatore Romano

Sacerdote franciscano, el primer beato brasileño, que se consideraba hijo y esclavo perpetuo de María Inmaculada, y que consagró su vida a los afligidos, a los enfermos y a los esclavos de su época. Fue ferviente adorador de la Eucaristía, maestro de la caridad evangélica, consejero prudente de la vida espiritual y defensor de los pobres .

Nació en 1739, en Guaratinguetá, Estado de São Paulo (Brasil), en el seno de una familia profundamente cristiana. Su padre era un comerciante que pertenecía a la Tercera Orden franciscana y a la del Carmen.

Antonio vivió con sus diez hermanos en una casa cómoda y lujosa. Su padre, para darle una formación humana y cultural adecuada a sus posibilidades, lo envió, a los trece años, a Belém (Bahía) a estudiar en el seminario de los padres jesuitas, donde ya se hallaba su hermano José. Allí estuvo de 1752 a 1756, haciendo notables progresos en el estudio y en la práctica de la virtud. Quiso quedarse y ser jesuita, pero su padre lo disuadió, prefiriendo que ingresara en el cercano convento de la Orden de los franciscanos descalzos reformados de San Pedro de Alcántara.

A los 21 años, el 15 de abril de 1760, ingresó en el noviciado. Durante ese período, destacó por su piedad y su celo. El 16 de abril de 1761 emitió la profesión solemne. Se comprometió también a defender el título «Inmaculada» de la Virgen María, doctrina entonces controvertida, pero sostenida por los franciscanos.

Apenas un año después, el 11 de julio de 1762, recibió la ordenación sacerdotal. Su devoción mariana encontró expresión en la «Consagración a María» como «su hijo y esclavo perpetuo», firmada con su propia sangre el 9 de noviembre de 1766.

Terminados sus estudios, en 1768, fue nombrado predicador, confesor de los seglares y portero del convento: esta última tarea se consideraba muy importante porque, al poner en contacto con la gente, permitía hacer apostolado, escuchar y aconsejar. Fue confesor apreciado y buscado; a menudo, cuando era llamado, iba a pie incluso a localidades lejanas.

En 1769 fue enviado a São Paulo como confesor de un «Recolhimento»: casa de retiro, donde se reunían mujeres piadosas para vivir como religiosas, pero sin emitir votos (en ese tiempo las autoridades no permitían fundar conventos), donde conoció a sor Elena María del Espíritu Santo, religiosa de profunda oración y dura penitencia, que afirmaba tener visiones en las que Jesús le pedía que fundara un nuevo convento. Fray Galvão, su confesor, escuchó y estudió esos mensajes, y pidió consejo a personas sabias, que los juzgaron válidos y de índole sobrenatural.

El 2 de febrero de 1774 tuvo lugar la fundación del «Recolhimento da Luz». Escribió el Estatuto, organizando la vida interior y la disciplina religiosa. Más tarde, el obispo de São Paulo añadió la posibilidad de emitir los votos; en 1929 el «Recolhimento da Luz» fue incorporado a la orden de la Inmaculada Concepción.

Fray Galvão fue también, sucesivamente, maestro de novicios y guardián del convento de san Francisco en São Paulo. Murió el 23 de diciembre de 1822, confortado por los sacramentos. Su tumba ha sido siempre meta de constantes peregrinaciones de fieles.

Es el primer beato brasileño, elevado al honor de los altares el 25 de octubre de 1998 por Juan Pablo II, quien estableció que su fiesta se celebre el 25 de octubre.

[ L´Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 23-X-98]

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De la homilía de Juan Pablo II en la misa de beatificación (25-X-1998)

«El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje» (2 Tim 4,17). Estas palabras de san Pablo a Timoteo reflejan muy bien la vida de fray Antonio de Santa Ana Galvão, que quiso responder a su consagración religiosa dedicándose con amor y devoción a los afligidos, a los enfermos y a los esclavos de su época en Brasil.

Demos gracias a Dios por los continuos beneficios otorgados mediante la fuerza evangelizadora que el Espíritu Santo ha infundido hasta hoy en tantas almas, a través de fray Galvão. Su fe genuinamente franciscana, vivida evangélicamente y gastada apostólicamente al servicio del prójimo, servirá de estímulo para imitarlo como «hombre de paz y de caridad». La misión de fundar los Retiros dedicados a Nuestra Señora y a la Providencia sigue produciendo frutos sorprendentes: fue fervoroso adorador de la Eucaristía, maestro y defensor de la caridad evangélica, consejero prudente de la vida espiritual de tantas almas y defensor de los pobres. Que María Inmaculada, de quien fray Galvão se consideraba «hijo y esclavo perpetuo», ilumine el corazón de los fieles y suscite en ellos el hambre de Dios, hasta la entrega al servicio del Reino, mediante su testimonio de vida auténticamente cristiana.

[ L´Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 30-X-98]

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Del discurso que Juan Pablo II dirigió, al día siguiente, a los peregrinos (26-X-1998)

En el hogar del beato fray Antonio de Santa Ana Galvão, también conocido como fray Galvão, la familia se reunía todas las noches ante la imagen de Santa Ana para orar; de allí brotó su solicitud por los más pobres, que acudían a su casa; años más tarde, atraería a millares de afligidos, enfermos y esclavos, en busca de consuelo y de luz, hasta el punto de que era conocido como «el hombre de la paz y la caridad».

Pidamos a Dios que, con el ejemplo del beato fray Galvão, la fiel observancia de su consagración religiosa y sacerdotal sirva de estímulo para un nuevo florecimiento de vocaciones sacerdotales y religiosas, tan urgente en la Tierra de la Santa Cruz. Y que esta fe, acompañada por las obras de caridad que transformaron al beato fray Galvão en dulzura de Dios , aumente en los hijos de Dios la paz y la justicia que únicamente germinan en una sociedad fraterna y reconciliada.

[ L´Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 30-X-98]