¡Volvamos al Evangelio!

De la Relación «Con lucidez y audacia» del Ministro general al Capítulo general extraordinario

[…] El Evangelio sigue siendo la noticia, bella como la gracia, y ardiente como el amor, que transforma a quien la recibe con corazón de niño: “Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las revelaste a los pequeñuelos” ( Mt 11, 25). El Evangelio sigue siendo manantial de bienaventuranza para quien, como María de Nazaret, lo acoge con corazón pobre y disponible: « Hágase en mí según tu palabra » ( Lc 1, 38). El Evangelio sigue siendo camino de libertad para quien, como Francisco, lo acoge en su inmediatez, en su frescura, en su radicalidad: « Esto buscaba, esto quiero vivir… » ( 1C 22). El Evangelio sigue siendo Evangelio, cuando cada uno de nosotros, aun contando con nuestras pobrezas, se atreve a vivirlo.

A distancia de 800 años, los Hermanos Menores somos llamados a situarnos ante el Evangelio como niños, pues “de los tales es el reino de Dios” ( Mc 10, 15); como pobres, pues ellos son bienaventurados (cf. Lc 6, 20); con la alegría de quien encuentra la “dracma perdida” (cf. Lc 15, 8ss); con la sorpresa de quien lo descubre por primera vez en su frescura, pues sólo así lo transformaremos en “vida y Regla” ( 1R 1, 1), sin domesticar sus exigencias radicales.

A distancia de 800 años de la experiencia de Francisco, los Hermanos Menores somos llamados a encontrarnos, libres e indefensos, con el Evangelio; somos llamados a dejarnos iluminar por él; a dejarnos cuestionar por él, para que nuestra vida recupere el «sabor» y la «juventud» de los orígenes; para que nuestra vida « escandalice » y « cuestione » , como « escandalizaba » y « cuestionaba » la vida de Francisco y sus primeros compañeros.

A distancia de 800 años de la conversión de Francisco al Evangelio, también los Hermanos Menores somos llamados a descubrir el Evangelio como « libro de vida » , -sin reducirlo a ideología, una más entre otras muchas-, a asumirlo como « libro de cabecera » , « texto fundamental en nuestra formación » , que ilumine nuestras opciones y las pueda justificar.

Queridos hermanos: Volvamos al Evangelio, porque volver al Evangelio es volver a Cristo, el único que puede justificar nuestra vida. Volvamos al Evangelio, porque volver al Evangelio es revivir « la gracia de los orígenes » . Volvamos al Evangelio y nuestra vida recobrará la « poesía » , la belleza y el encanto de los orígenes. Volvamos al Evangelio y seremos rescatados de nuestras miserias y de nuestras esclavitudes, de nuestros miedos y de nuestras tristezas, y rescataremos a nuestros hermanos los hombres de sus miserias y esclavitudes, de sus miedos y tristezas.

Volvamos al Evangelio y respiraremos aire puro, y nuestras propuestas serán nuevas, y la inteligencia, valentía, generosidad, fidelidad de tantos hermanos, gastadas sin reservas y sin restitución, darán fruto, y fruto abundante. Todo el esfuerzo que estamos haciendo para dar pasos en la “refundación” de nuestra Orden, todas las reformas, todos los esfuerzos por acomodar las instituciones a las nuevas situaciones, todo lo que estamos haciendo para encarnar en la vida de cada día las Prioridades de la Orden, todo este esfuerzo no valdría de nada, sería estéril, si no volvemos al Evangelio [...].