Carlos Amigo Vallejo -
Carta pastoral con motivo del Día de los Sin Techo.

Sin techo, sin derechos.
Hoy también duermo en la calle

 

ImageEstar en la calle es algo más, mucho más que no tener vivienda. Supone desprotección, violencia, inseguridad. No es simplemente vivir en la indigencia, sino carecer de aquella protección que teóricamente garantiza los más elementales derechos humanos.
Cuando hablamos de los "sin techo" parece como si nos estuviéramos refiriendo a un colectivo de gentes errantes y poco menos que una especie de bohemia indigente, trashumante, buscando el puente, el cajero o el portal donde pasar la noche.

No suele ser infrecuente que se considere a los "sin techo" como individuos extraños, enfermos mentales, vagabundos, que hacen su vida... Una vez más, el caso excepcional se generaliza para tranquilizar la conciencia, pensando que están a la intemperie simplemente porque quieren, porque no desean someterse a disciplina alguna de albergues y centros de acogida.

Los datos objetivos son bien distintos: un porcentaje significativo de estas personas tienen estudios superiores; cada vez son más jóvenes los que viven en la calle; no son indigentes sino trabajadores sin trabajo ni casa... Vivir en la calle, no sólo es una cuestión de carencia de vivienda. Es alejamiento de la familia, inseguridad permanente y, en muchos aspectos, soledad extrema, agresividad, desesperanza... Porque, entre otras circunstancias, tampoco se deja vivir en la calle. ¿Dónde van a ir estas personas? ¿En qué espacio físico pueden situarse?

"Hoy también duermo en la calle" es la frase elegida por Cáritas para la campaña de este año. "Hombres y mujeres sin techo, sin derecho", completamente desprotegidos. No tener vivienda es como no tener familia, ni seguridad, ni una vida medianamente digna.

Cáritas diocesana está poniendo en marcha distintas iniciativas para ayudar a solucionar este grave problema. Lo hace desde la denuncia de la situación ante las distintas administraciones públicas, hasta aportando soluciones y recursos dentro sus limitadas posibilidades y competencias.

Queremos caminar siempre de la mano de la justicia y del amor fraterno.

Sin separar nunca el reconocimiento de los derechos que asisten a las personas con la caridad cristiana que, no solamente se apoya en esos derechos, sino que los supera con creces. Los derechos humanos no son un límite, sino una ayuda indispensable para seguir adelante y que se reconozcan los "derechos evangélicos": no tenía donde vivir y me acogiste.

Con mi bendición
Carlos, Cardenal Amigo Vallejo
Arzobispo de Sevilla