Comunidad Franciscana en el Camino de Santiago. VALLE DE VALCARCE
Vega de Valcarce. León. contacto: fraydino@yahoo.es

 

 

 

El Camino es arte

   
Autor: Paco Castro ofm.
  El Camino es arte  
  Un arte para el Camino: el románico  
  De Roncesvalles a Puente la Reina  
  De Somport a Puente la Reina  
  De Puente la Reina a Logroño  
  De Logroño a Burgos  
  De Burgos a León  
  De León a O Cebreiro  
  De O Cebreiro a Compostela  

El Camino es arte

    Desde siempre y por siempre el ser humano fue (es) una criatura con vocación artística. Desde las cavernas de los orígenes hasta las más sofisticadas obras de ingeniería, el ser humano ha trazado caminos de comunicación a través de las formas, tendiendo siempre a transformar y perfeccionar la naturaleza. Así surge el arte, como emanación sublime de la contemplación y la meditación, como lenguaje universal.

    También los caminos a Santiago están jalonados por el arte como expresión viva de la fe, al servicio de la devoción y del peregrino. Las rutas milenarias a Compostela se han convertido en las huellas del arte medieval que ha querido escribir una página de la historia. Y es que arte, historia y espiritualidad se dan la mano en cada templo, en cada puente, en cada hospital nacidos para facilitar la peregrinación. Hay incluso quien se atreve a afirmar que el arte mismo es camino, el camino que nos abre a la belleza, y de ahí a la trascendencia de la bondad divina.

    “La obra de arte auténtica no es ornamento, ni decoración, no es lujo ni pasatiempo; es presencia de dimensiones humanas que blanden la justificada pretensión de valer como tales, de ser duraderas e inabarcables, de mantenerse abiertas, abiertas para que en ellas se alojen las vidas....” [1] .

    En esta peregrinación literaria nos vamos a acercar al arte del Camino, a sus monumentos más emblemáticos. Para abreviar nos centraremos en el Camino por excelencia, el “francés”, declarado ya, tanto en la ruta hispana como en las galas, patrimonio universal de la Humanidad. Hablar del arte del Camino francés es entronizar un estilo artístico por encima de los demás: el románico con sus iglesias, sus arcos y columnas, sus edificios y sus puentes. El gótico y el barroco se sumaron con el tiempo al patriarca románico para enriquecer, más si cabe, este itinerario cultural y religioso.

    Siquiera unas pocas letras para evocar la monumentalidad artística del Camino deteniéndonos en sus iconos más representativos. La cultura se hace vehículo de la hermosura más profunda a través del arte arquitectónico y escultórico. El arte es “la contemplación del mundo en estado de gracia”, tal y como intuyó Hermann Hesse. La imaginación hará hablar a las piedras en este Camino virtual que ahora emprendemos juntos.

 

Un arte para el Camino: el románico

    El románico es ante todo una filosofía de vida, una cosmovisión con su propia simbología, un modo de comprender la fe. El románico es el arte del Camino, la expresión pétrea de la fe que movió tantos corazones a partir, a salir de sí mismos, en busca de otras metas mayores. Cuando entres en un templo románico cierra los ojos, la austeridad es un estímulo para que trasciendas el espacio y el tiempo y te empapes de la espiritualidad que lo hizo posible.

    La construcción románica es ante todo un hogar que acoge, un techo que cobija, por eso las proporciones de su monumentalidad no se han de medir por el tamaño: importa lo recoleto, reducir espacios para que la mirada no se pierda divagando. El gótico sí, es línea ascensional, altitud al servicio de la belleza, luz que habla de Dios. El románico es callado, sobrio, sereno. Tendrás tiempo de regalar a tu vista las más bellas expresiones góticas que se hayan concebido, te esperan entre otras la catedral burgalesa y la leonesa. Pero antes deberás de hacer la experiencia del vaciamiento. El románico es un libro abierto que a ti te toca escribir. La imaginación al servicio de la sabiduría y la fe.

    Los templos y claustros románicos que te irás encontrando en tu camino te ofrecerán arcos de medio punto, torres más bien cuadriculadas y de poca altura, bóvedas de medio punto, columnas austeras con capiteles cargados de simbolismo, decoración vegetal y geométrica, ábsides recoletos y semicirculares, portadas enmarcadas por arquivoltas con tímpanos en los que se disponen conjuntos escultóricos.

    La iconografía románica tiene su auténtico museo en el Pórtico de la Gloria de la basílica compostelana. Pero a lo largo del Camino serás atrapado por las trazas sencillas, casi toscas, pero magistrales de los canteros medievales. La escultura románica fue concebida para formar parte de una construcción, bien sea en un capitel (en los que priman escenas no sólo religiosas sino también mitológicas o simplemente humanas), o en una portada, o incluso en pilas bautismales.

    Las líneas son rudimentarias, con pocas licencias a las formas y a la expresividad (las figuras del Pórtico son en este sentido una excepción). Los Cristos románicos son hieráticos, inexpresivos, están profundamente dormidos aguardando que tu fe los resucite. Las imágenes de María, normalmente con su hijo en brazos, sin embargo transmiten una cierta dulzura, tienen su encanto. El hieratismo es quizás la palabra que mejor define la escultura románica.

    La pintura de esta época escasea sobre todo porque no se ha cuidado con mimo ni valorado lo suficiente. Está en función también de los edificios en los que se integra en forma de murales (pinturas al fresco). También son reseñables las pinturas que se incorporan a los manuscritos de esta época así como las tablas, las cuales acusan cierta influencia bizantina.

    El románico es el mejor cicerone, el diccionario que te irá enseñando a disfrutar del arte jacobeo. Lo gótico es la espiritualización máxima de las formas que se alargan como los arcos apuntados que lo definen, es la belleza al servicio del espíritu. El barroco es la exaltación de las formas, lo comprobarás cuando llegues a la meta jacobita, cuna del barroco así llamado, “compostelano”, para que tu ser entero saboree la belleza sabiendo ya trascenderla.

   

De Roncesvalles a Puente la Reina

    Comenzamos el recorrido en el Pirineo navarro, en el Alto de Ibañeta con su monumento al guerrero Roldán y la cruz de Carlomagno. Es tiempo para encomendarnos a Dios y al destino: “¡Herru Santiagu! ¡Got Santiagu! ¡Deus adiuva nos!”

    Roncesvalles fue fundado por el obispo de Pamplona Sancho en 1127. En 1132 el hospital de Ibañeta fue trasladado a Roncesvalles y se convirtió en objeto de donaciones. En el siglo XV un incendio provocó la destrucción de ese hospital.

    Pero a donde debes acudir sin demora es a la Colegiata, edificación de influencia francesa que se construyó sobre un templo románico del siglo XII. Destaca el templo con sus tres naves y sus vidrieras. El claustro es gótico aunque fue reformado en el siglo XVII tras un derrumbe tras una nevada. En él destaca la Capilla de San Agustín, del siglo XIV, en la que se conserva el sepulcro de Sancho “el Fuerte”. Hubo de soportar también un incendio en 1445. No dejes de visitar la capilla del Espíritu Santo, o de Roldán, que cuenta la leyenda fue fundada por Carlomagno en memoria de Roldán sobre la misma roca que hedió con su espada. Hubo aquí cementerio de peregrinos.

    Aymeric Picaud la cita la Colegiata en su época de construcción. El pórtico es del siglo XVII. Se conserva un relicario que data del siglo XIV y es conocido como el ajedrez de Valcarlos (es el mismo en el que jugaban una partida Carlomagno y Gamelón mientras Roldán gritaba desesperado en la lucha). Destaca también la capilla de Santiago o de los peregrinos, del siglo XIII.  

    La Colegiata fue atendida durante siglos por los Canónigos Regulares de San Agustín. En ella encontrarás un espacio de silencio para la oración. En el recinto sagrado nos aguarda serena Santa María la Real que será compañera de camino allí en donde hallemos una iglesia. La imagen que preside el templo es una talla de cedro del siglo XIV recubierta de plata y pedrería. Ella, que es madre, bien pudiera ser tenida por tu protectora y bienhechora en esta nueva vida que ahora emprendes con tu peregrinación, porque el corazón de una madre está hecho a la medida del amor más grande.

    En Roncesvalles tuvo lugar una épica batalla en el siglo VIII entre el valiente Roldán y los “Doce Pares” contra cincuenta mil sarracenos. El héroe, malherido en el lance, hizo sonar el olifante para avisar a Carlomagno hasta que le reventaron las venas. Antes de morir golpeó su espada contra una peña produciendo una hendidura (tal y como narran la “Historia Turpini” y la “Chanson de Roland”. Ya en el Camino una cruz te despide, es del siglo XIV y tiene un capitel renacentista.

    Después de Roncesvalles viene Viscarret (la “Biscarretum” del Codex que tenía un hospital). Has de cruzar, cerca de Zubiri, por el puente “de la Rabia” en una de cuyas pilastras reposan los restos de santa Quiteria. Vendrá luego Villava, de hondas resonancias medievales.

    Pamplona es la capital de Navarra y hunde sus raíces históricas en los tiempos de la dominación romana: Pompaelo, debe su nombre al su fundador Pompeyo (hacia el año 75 o 74 antes de Cristo). En el siglo III fue invadida por los pueblos germánicos, y en el siglo VIII por los musulmanes hasta que en el año 778 Carlomagno destruyó sus murallas.

    Hacia el 924 fue destruida por las tropas de Abderramán. Acabaría siendo la sede de la corte de Navarra y ciudad hospitalaria en la que hubo varios hospitales para peregrinos. Entre los siglos X y XII la antigua Iruña llegó a ser incluso Reino. Hacia el siglo XI se configuró un nuevo núcleo en base a tres nuevos burgos: el de San Nicolás, el de San Miguel y el de San Cernín. Esta nueva población sería destruida en 1276. En 1423 recibió el privilegio de la Unión que hizo de los tres núcleos uno único.

    Entre sus monumentos sobresale la catedral con la imagen de Santa María la Real. Es en buena parte gótica del siglo XIV y fue edificada sobre un templo románico del que se conservan en el Museo de Navarra 5 hermosos capiteles del siglo XII procedentes de su claustro (tres de ellos representan la vida de Job, escenas de la Semana Santa, y la Resurrección). Tiene planta de cruz latina y tres naves con varias capillas y girolas aunque con poca escultura. Destacan en el centro los sepulcros de Carlos y su esposa Leonor de Castilla obra de Johan de Lome. El claustro conserva elementos del gótico flamígero y en él destaca el refectorio con sus pinturas murales obra de Juan Oliver, en concreto el gran retablo firmado por el autor hacia 1330 sobre la vida de Jesucristo. En su museo se conserva el árbol de Jesé de 7 metros de altura. La fachada es neoclásica, obra de Ventura Rodríguez en el siglo XVIII con dos grandes campanarios.

    La ciudadela del siglo XVI es obra de Giacomo Palear y el virrey Gonzaga siguiendo el modelo de Amberes. Se trata de una arquitectura militar de planta pentagonal. En 1966 el ejército español se lo cedió a la ciudad. Parte de las murallas fueron desmontadas.

    Tiene cierto valor histórico y artístico el puente de la Magdalena sobre el río Arga, que es del siglo XIII, y junto al que existió también un hospital. El patronazgo de la ciudad lo asume, no podía ser menos, la Virgen del Camino. San Fermín, el santo patrono que inspira los festejos por los que Pamplona es conocida en el mundo entero, tiene su sede en la iglesia de San Lorenzo.

    No dejes de visitar la iglesia de San Saturnino que tiene en su portada un Santiago Peregrino. El templo es del siglo XIII, y fue fundado sobre otro anterior. Su estilo predominante es el gótico y tiene aires de fortaleza. En el siglo XVIII se le incorporó el barroco para enriquecimiento del conjunto de una sola nave y con un pórtico lateral. 

    Uno de los antiguos hospitales es hoy Museo de Navarra. Se trata de un edificio del siglo XVI fundado por el arcediano Goñi bajo la advocación de Nuestra Señora de la Misericordia. Es de ladrillo aunque con una portada renacentista en piedra mucho más reciente (siglo XX). El edificio se concluyó en 1556 tal y como figura en una inscripción. La iglesia es del siglo XVI. El edificio pasó a ser museo en 1956. Entre sus tesoros destaca la arqueta musulmana de Leire, del siglo XI, venida de Córdoba y que antes albergó reliquias santas en el monasterio de Leire y pasó una temporada en Santa María de Sangüesa hasta que fue trasladada a la catedral de Pamplona. Es rectangular con tapa piramidal y está recubierta por 19 placas de marfil de varios autores con 21 medallones en los que se representan escenas variadas.

    Sigue tu camino por la Sierra del Perdón en donde alcanzarás la villa de Zariquiegui con su iglesia románica de San Andrés además de sus casas blasonadas. En la Fuente “de Reniega” fue en donde Santiago Apóstol valió a un joven asediado por la tentación de renegar de la fe cristiana. El alto del Perdón con su santuario de nuestra Señora del Perdón fue en tiempos hospital atendido por un ermitaño.

    Obanos conserva cierto sabor añejo, ya lo verás, bajo el amparo de Nuestra Señora de Anotegui en su ermita sobre un peñasco. Te recibe saludándote con su sencillo arco de entrada a la villa. En la iglesia parroquial se conserva el cráneo recubierto de plata de san Guillermo. Fue aquí en donde tuvo lugar el misterio sacro de Santa Felicia y San Guillermo. Obanos es la villa “de los infanzones” que en 1327 juraron mantener su libertad para asegurar la de la patria.

  

De Somport a Puente la Reina

    El camino aragonés se inicia en Santa Cristina, en el puerto de Somport (Summo Portu, muy cerca de la estación de alta montaña de Candanchú). Aquí desemboca la “Vía tolosana”.  Pronto llegarás a Jaca “la antigua” que con su estación ferroviaria de Canfranc fue lugar de paso entre España y Francia. Hubo un hospital y una capilla de los que sólo quedan algunas ruinas. La ciudad tuvo su origen en un “castrum”. Jaca era la Jacetania de los romanos que antes había sido la tribu ibérica de jacetanos, asentados junto al río Aragón. En 1030 fue hecha sede del reino de Aragón no sin antes haber sido sometida por los musulmanes, en el siglo VIII. Tuvo su propio fuero y se convirtió en sede episcopal. Llegó a haber dos hospitales y en el siglo XVI se creó una ciudadela aún existente. De entre sus monumentos destaca la catedral románica iniciada en el siglo XI con sus capiteles (destaca el crismón de la fachada occidental) y el museo diocesano con obras de los siglos XI a XVI, sobre todo esculturas y murales procedentes de iglesias de la diócesis (es el caso de Santa María de Iguacel). En el monasterio de las benedictinas se conserva el sepulcro románico de Sancha (siglo XII) historiado y trasladado a Jaca en el siglo XVI procedente del monasterio benedictino de Santa María de Serós. En Aruej destaca su iglesia románica del siglo XI. Cerca de allí está Castiello de Jaca.

    Santa María de la Serós se halla en la Sierra de San Juan de la Peña. En esta población destaca la iglesia de San Caprasio de una sola nave y románica, probablemente del siglo XI. También la iglesia románica de Santa María que pertenecía al monasterio de benedictinas que se fueron para Jaca en el siglo XVI. En el siglo XVII se trasladó el sepulcro de la infanta Sancha.

    Luego viene San Juan de la Peña, en la sierra del mismo nombre. Lugar enigmático que bien merece una parada para meditar. Fue monasterio benedictino y está al abrigo de unas peñas. Tuvo su origen en un eremitorio excavado en la roca. Se fundó hacia el siglo VIII por San Félix y San Voto. El actual monasterio fue fundado por Sancho de Navarra en 1025 y es conocido como el monasterio “viejo” o de abajo.  Sus naves mozárabes están excavadas en la roca.  La iglesia románica se inició en 1094 y alberga un panteón real. Aquí se inició la reforma cluniacense en España en el año 1071, patrocinada por el abad Paterno y que luego alcanzaría a Leire, Irache, San Millán y Oña. Fue aquí también en donde se introdujo la liturgia romana sustituyendo a la mozárabe. Fue durante algún tiempo guardián del santo Grial que ahora se venera en la catedral de Valencia. Los monjes debieron abandonar este remanso de paz siendo expulsados en el siglo XIX.

    En Leyre podrás acercarte a otro monasterio, el de San Salvador, que hunde sus raíces originarias en el siglo IX. Hay que desviarse pero merece la pena. Está en la Sierra de Errando, cerca del embalse de Yesa. Fue destruido en el siglo X por Almanzor y reconstruido en 1022 siendo consagrado en 1057. Es panteón real de los reyes de Navarra. Primero fue benedictino y luego cisterciense. Aquí se dio culto a las mártires cordobesas Nunilón y Alodia cuyos restos se guardaban en una arqueta de marfil con aires arabescos que ahora está en el museo de Navarra. En la cripta destacan las pequeñas columnas y los grandes capiteles. En la portada occidental, la “Porta Speciosa”, destacan varias figuras: bestiarios, el Pantocrátor, María, San Juan, San Pedro, Santiago, San Miguel y el dragón... es románica del siglo XII. No lejos está el Castillo de Javier en el que nació el santo misionero en 1506. el castillo se asienta sobre lo que fue una torre vigía del siglo X. Como paraje natural destaca la garganta sobre el río Iratí en la Foz de Lumbier, con su Puente del Diablo. Aquí vivió el abad Virila que a la vera de una fuente se extasió pensando en la eternidad al oír el gorjeo de un pajarillo azul. Sus restos se conservan en el monasterio y hay una imagen que lo perpetúa.

    Desviándose está Sos del Rey Católico, villa en la que nació Fernando “el Católico”. El castillo, las murallas y las puertas son del siglo X. Fernando nació en 1452 en el Palacio de los Sada, hoy museo. Destaca la portada románica de la iglesia parroquial de San Esteban con su pila bautismal, tablas y pinturas del siglo XIII.

    Llegarás luego a Sangüesa, villa que hunde sus raíces en los tiempos de la dominación romana y en la fortaleza de Rocaforte que resistió a los musulmanes y al naciente reino de Aragón. Esta Sangüesa “la vieja” dejó paso a “la nueva” en 1122. Estuvo bajo la tutela de la Orden de San Juan de Jerusalén hasta 1351. Una inundación por el desbordamiento del río Aragón en 1787 destruyó la villa que sería reconstruida posteriormente. Destacan entre sus monumentos el Palacio del príncipe de Viana (gótico), la Casa Consistorial de 1570, la Casa de París en la que se hospedó el estudiante San Francisco Javier, y la de los Sebastianes. Pero sobre todo es reseñable la colegiata de Santa María del siglo XII (1131), junto al puente sobre el río, que fue edificada sobre un antiguo oratorio desaparecido. Tiene una torre gótica octogonal sobre el crucero y una talla de la Virgen de Rocamador. En la sacristía se guarda una custodia procesional de plata sobredorada del siglo XV. La portada meridional es un retablo pétreo con Cristo Juez en el tímpano. Se recoge una saga escandinava en la que el valiente Sigurd vence con su espada Nothung al dragón Fafner, incluso se ve a un herrero forjando la famosa espada. En la parte inferior se ve la mano de Leodegarius que firmó su obra en un pliego que porta la Virgen, según el cual “Leodegarius me fecit”, en el siglo XII. La parte superior es del siglo XIII destacando del conjunto escultórico el Pantocrátor y los tetramorfos, muy del estilo de San Juan de Ortega (figuras rústicas con ojos saltones).

     Sigue tu camino. Ahora te recibe Monreal, que tenía, ya lo habrás adivinado, un castillo. Se cita en el Codex Calixtinus como “Mons Reellus”. Fue burgo de francos. Destaca el templo gótico de San Martín de Tours reformado en el siglo XVIII. El retablo es del siglo XVII aunque retocado en 1927. Hay un puente gótico sobre el río Elorz, y un crucero gótico renacentista llamado Cruz de San Blas. Cerca está el cónico Monte Higa de 1289 metros, coronado por la moderna ermita de Santa Bárbara. Cerca está el derruido castillo de Tiebas construido por Teobaldo I, músico y trovador. En Tiebas has de visitar el templo gótico de Santa Eufemia, en cuyas bóvedas penden las armas de Teobaldo.

    La enigmática Eunate te aguarda. Destaca la iglesia de “las cien puertas” dedicada a Santa María. Es románica del siglo XII y está en medio del campo. Tiene ábside pentagonal y su planta es octogonal con un ándito de arquería exenta, aunque parte de los arcos de medio punto fueron completados tardíamente. Fue templo funerario en el que se enterraban peregrinos. Quizás sea parte de un antiguo hospital de la Orden de San Juan de Jerusalén. Hay referencias documentales en la catedral de Pamplona datadas en el siglo XVI. Tenía una linterna que servía como faro en la noche y como memento de difuntos al igual que el de la iglesia del Santo Sepulcro de Torres del Río y las “torres de muertos” de Montmorillon o Montmajour en Francia. Actualmente no se conserva la linterna pero sí una espadaña sencilla. Te toca a ti elevar una oración por aquellos que ahora te preceden en el camino de la eternidad y antes lo hicieron en el que ahora transitas.

  

De Puente la Reina a Logroño

    Y llegamos a Puente la Reina en donde los dos caminos se hacen uno. Se sitúa en la confluencia de los ríos Robo y Arga. El pueblo nació en torno a una rúa central. Es una de las poblaciones nacidas de y para el Camino. En el siglo XI se estableció aquí una comunidad de francos. De aquí era el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada que comenzó la catedral de Toledo (fue de los primeros en traer el gótico a España) y escribió como Cronista del Reino la “Rebus Hispaniae”. El puente es de los siglos XI-XII y fue mandado construir por una reina, Doña Mayor, esposa de Sancho III, de ahí el nombre de la población. Tiene seis ojos y sus estribos están horadados por arcos. Conserva la puerta de entrada a la villa y tenía en el centro una capilla en la que se veneraba la Virgen llamada del “txori”, en alusión a un pajarillo que la lavaba con agua del río y la limpiaba, a ella y al niño, empleando sus alas. En 1834 fue trasladada dicha imagen a la iglesia de San Pedro.

    Destaca también la iglesia del Crucifijo o de Santa María de los Huertos que fue templaria hasta 1312 y desde 1443 de la Orden de San Juan de Jerusalén. En el siglo XV se levantó un convento y un hospital. En 1469 se construyó un nuevo hospital regido por la Cofradía del Crucificado. La torre es del siglo XVII. Desde 1919 la regentan los Padres Reparadores. La talla de la Virgen es románica. Hay una pintura mural. El crucificado, talla del siglo XIV, es de procedencia centroeuropea y tiene los brazos en forma de V.

    Hay que mencionar también la iglesia de Santiago en la calle Mayor. Tiene dos portadas románicas pero el edificio es el siglo XVI con planta de cruz latina, 4 capillas y cabecera poligonal. Tiene retablos de mérito, pinturas, esculturas y orfebrería de varias épocas y estilos. El retablo mayor es del siglo XVIII. Hay un Santiago Peregrino gótico llamado “beltza” o “negro”, que fue encontrado en un desván.

    En Cirauqui destaca la iglesia de San Román, gótico con reformas posteriores. Es meritoria su portada ojival de los siglos XIII y XIV con su arco polilobulado y otros concéntricos, así como el crismón con el alfa y omega. Tiene casas de los siglos XVI a XIX, una calzada romana y un puente romano aunque reformado en el siglo XVIII. Luego pasarás por Lorca con su puente medieval sobre el río Salado y por Villatuerta, también con su puente medieval.

    Tus anhelos de arte recibirán satisfacción en la hermosa Estella, surgida del burgo de Lizarra, con su puente sobre el río Ega. Fue reconquistada en el siglo X y repoblada por francos en el siglo XI. La fundó Sancho Ramírez. De aquí era un famoso predicador, el franciscano fray Diego de Estella. En el siglo XIV se redactaron en provenzal las Ordenanzas Municipales. Hay vestigios arqueológicos muy antiguos.

    Visita la iglesia de San Miguel que existía ya en el siglo XII y recibió un manto gótico en el siglo XV. La portada septentrional es tardo-románica, contiene unas 100 figuras destacando en el centro Cristo Juez en una mandorla con inscripción “nec Deus est nec homo presens quam cernis imago, sed Deus est et homo quem sacra figura”; “esta imagen que contemplas no es Dios ni hombre, pero es Dios y hombre aquel a quien representa esta sagrada imagen”. Se nota en él una cierta animadversión anti-albigense. Junto a Cristo se sitúan los tetramorfos, María y Juan. Y luego los 24 del Apocalipsis, ángeles turiferarios, patriarcas, mártires, santos, apóstoles y profetas. En las columnas aparecen San Miguel pesando las almas y matando al dragón, así como el patriarca Abraham con almas en su seno. En la parte opuesta las tres Marías son informadas por dos ángeles acerca de la resurrección. Destaca también el retablo de Santa Elena, gótico, en el que aparece la santa con la cruz rodeada por 5 donantes y se narran escenas de su vida. Es obra de Pedro Rupert (hacia 1406).

   También la iglesia de San Pedro de la Rúa merece tu atención. Se citaba ya en el siglo XII. Tiene tres naves y unas bóvedas góticas del siglo XIV. Los lunetos de la nave central son del siglo XVII. Destaca la capilla de San Andrés del siglo XVI que es el patrón de la villa. Su portada recuerda a la de San Román de Cirauqui y a la de la iglesia del Crucifijo de Puente la Reina. Tiene un arco polilobulado y parte de un claustro románico con capiteles sobre la vida de Cristo, San Lorenzo, San Andrés y San Pedro.

    Otra joya es la iglesia del Santo Sepulcro citada ya en el siglo XII como sede de la Cofradía del Santo Sepulcro. Fue parroquia hasta el siglo XIX. Hoy está en un estado ruinoso. La portada es gótica del siglo XIV. En el tímpano se puede observar una Última Cena, las tres Marías y el Descenso de Cristo al lugar de los muertos (“anastasis”), así como la aparición del Resucitado a María Magdalena. Los 12 Apóstoles figuran en otras tantas hornacinas. A los lados de la puerta, San Martín de Tours y Santiago peregrino reciben al visitante.

   En la plaza de San Martín se sitúa el Palacio de los Reyes de Navarra, románico civil del siglo XII. El interior fue reformado destacando dentro el capitel de la batalla de Roldán contra el gigante musulmán Ferragut, que fue vencido por su ombligo. El “Pseudo Turpin” narró la leyenda. En el otro capitel se representa la avaricia en forma de dos hombres con sendas bolsas de dinero. Los capiteles son de principios del siglo XIII y fueron firmados por un tal Martín si atendemos a la inscripción: “Martinus de Logroño me fecit”.

   A 2 kilómetros de Estella, en Ayegui, está Irache que es monasterio benedictino fundado en el siglo X por el Abad Veremundo y que llegó a ser universidad en el siglo XVII: se impartían Leyes, Teología, Artes y Medicina. Destaca la portada Speciosa de 1547 que comunica el claustro con la iglesia (siglos XII y XIII). Tras la desamortización lo recuperaron los Escolapios. El claustro es plateresco del siglo XVI y contiene en sus capiteles escenas mitológicas y religiosas. Fue declarado monumento nacional en 1887. Destaca la fuente del agua y del vino.

    Llegarás luego a Los Arcos con su ermita de San Blas del siglo XII, que fue antiguo hospital, y la iglesia de Santa María (siglos XII a XVIII), con sus magníficos retablos. Allí verás el llamado “portal de Castilla”, una portada del siglo XVII restaurada en el XVIII. San Gregorio Ostiense, discípulo de Santo Domingo de la Calzada, murió en Logroño siendo su cuerpo puesto a lomos de una mula hasta que está calló agotada haciendo brotar un manantial a la altura de Los Arcos.

    Torres del Río te invitará a hacer una parada en su iglesia del santo Sepulcro del 1200 con su puerta de arco de medio punto, planta octogonal, torre-husillo, y linterna que hacía de faro. Tenía carácter funerario al igual que Santa María de Eunate. Contempla la imagen de Cristo Crucificado del siglo XIII, la bóveda de 8 nervios entrecruzados al estilo de la mezquita de Córdoba y que tiene otros ejemplos en San Miguel de Almazán (Soria) y en algunas capillas de la catedral de Salamanca. Camino ya de Viana está la ermita de Nuestra Señora del Poyo, antiguo albergue de peregrinos que fue declarada monumento histórico artístico en 1931.

   Viana fue fundada en 1219 por Sancho VII “el Fuerte”. Carlos III instituyó en 1423 el título de “Príncipe de Viana”. Aquí se enterró el polifacético y poderoso César Borgia que murió en 1507. Destacan el convento de San Francisco del siglo XVII y varios palacios del mismo siglo. Asimismo la iglesia de Santa María, de los siglos XIII y XIV, que sufrió varias reformas. Es gótica de 3 naves y tiene triforio y bóvedas de crucería, así como una portada del siglo XIV con la Virgen con el Niño y 2 ángeles, y otra del XVI con varias escenas sacras. En los siglos XVII y XVIII se construyen la girola, la sala capitular, la sacristía y la capilla de San Juan Ramo, con pinturas sobre la vida de María, obra de Luis Paret (siglo XVIII). El retablo mayor es del siglo XVII. En las afueras de la villa está la judería de Torreviento. Cerca está la Reserva Natural de aves acuáticas del embalse de Salobre. También Hipogeo de Longar, yacimiento neolítico del 1500 a C. No lejos está la Laguna de las Cañas.

  

De Logroño a Burgos

    En La Rioja, tierra de viñedos, nos encontraremos con el recuerdo de varios santos: Domingo de Silos, Domingo de la Calzada, Gregorio Ostiense, Juan de Ortega, Millán, Formerio, Prudencio, Oria, Jerónimo Hermosilla, y el propio Francisco de Asís que por aquí pasó y fundó.

    La capital riojana es Logroño. Se sabe de su existencia ya en el siglo XI. Alfonso VI mandó levantar un puente que luego reparó San Juan de Ortega. La ciudad conserva una Rúa Vieja. El nombre le viene probablemente de “groing” o “lugarejo” en lengua germana. Por lo visto los peregrinos exclamaban “in illo groing” derivando luego en Logroño. Tuvo fuero que data de 1095 y murallas de las que queda la Torre de Revellín, la cual no pudo ser franqueada por las tropas francesas en 1521. En 1610 se celebró un famoso auto de fe que juzgó a 40 mujeres de las que 12 fueron condenadas por brujería.

    Entre sus monumentos destaca Santa María del Palacio, así apodada porque surgió de la donación de un palacio por parte de Alfonso VII para que fuese sede de la primera fundación en Castilla de la Orden del Santo Sepulcro. Del templo románico queda poco. Destaca al aguja gótica del siglo XIII. El crucero y la cabecera son de los siglos XV-XVI, la portada clasicista con la Asunción y la coronación de la Virgen es del XVII. Tiene un claustro con galería gótica del siglo XV y otras tres galerías neoclásicas. Adéntrate en la capilla de Nuestra Señora de la Antigua en la que podrás ver un sepulcro gótico del siglo XVI de Juan de Vergara, prior de la Orden. El retablo mayor es del siglo XVI.

    También es preciso reseñar la iglesia de Santiago reformada en el XVI, de estilo “Reyes católicos” y que tiene una fachada barroca del XVII. Alberga una talla gótica de la Virgen de la Esperanza. El retablo es del siglo XVII y lo preside una imagen de Santiago rodeado de ángeles (siglo XIV). En la portada hay un Santiago liberador con su caballo bien dotado, de ahí el dicho popular: “tener más huevos que el caballo de Santiago”. La iglesia de San Bartolomé tiene una portada en la que se narra la historia del santo, es una biografía del Apóstol. Logroño ofrece también sus aguas en su fuente de los peregrinos.

    Clavijo es un lugar un tanto desviado de Logroño que ha quedado vinculado al fenómeno jacobeo merced a una supuesta batalla que allí tuvo lugar. El castillo en ruinas está sobre roca cerca de Albelda. Abderramán II impuso el “tributo de las 100 doncellas” a los reyes cristianos. Ramiro I y su hijo Ordoño II lucharon para abolirlo. Santiago intercedió apareciéndose a los derrotados cristianos sobre blanco corcel: “Santiago y cierra España”. En Sorzano se celebra cada año, el 3º domingo de mayo, la “fiesta del tributo” en la que se organiza una procesión de doncellas vestidas de novia con ramos de acebo que se dirigen hasta el santuario de la Virgen de la Peña. Se cree que en el  monasterio de Albelda se formuló por primera vez la idea de la reconquista. Y por si fuera poco también San Millán se apareció a caballo combatiendo junto a Santiago en favor de los cristianos.

    Tu camino sigue transcurriendo por tierras riojanas hasta llegar a Navarrete que tuvo castillo y fue frontera entre Castilla y Navarra. El trazado urbanístico es del siglo XVI. La iglesia de la Asunción de Nuestra Señora alberga un retablo barroco. Por aquí anduvo el mujeriego Ignacio de Loyola en sus años mozos, y de aquí era el pintor de Felipe II llamado Navarrete “el Mudo”. Hubo un hospital de San Juan de Acre cuya portada románica con triple arco abocinado (siglo XIII) es hoy la que da acceso al cementerio. El hospital fue fundado por María Ramírez en 1185. En la portada destacan sus curiosas formas: los dientes de sierra y los capiteles en los que se representa una comida de peregrinos.

    Antes de llegar a Nájera transitarás por Tricio que fue ciudadela romana que se asentaba sobre un cerro. Un museo así lo recuerda. No lejos está la ermita de Nuestra Señora de Arcos.

    Nájera tiene aires realengos ya que fue corte de reyes. Aquí se proclamó rey de Castilla Fernando III “el Santo” en 1218. Su nombre viene de “Naxera”, que significa “entre peñas”, las de los cerros de Malpica y Monsarroso. En el año 923 Ordoño II venció en estos contornos a los musulmanes. Su importancia la llevó durante un tiempo a ser capital de Navarra. En el siglo XV Juan II le dio el título de “ciudad” y Enrique IV de “Muy Noble y Muy Leal”. Tuvo varios hospitales al servicio de los peregrinos. En Nájera se produjo la legendaria victoria de Roldán sobre Ferragut. El puente sobre el río Najerilla es uno de los que reformó el santo obrero Juan de Ortega hacia 1152, aunque fue sustituido por otro nuevo en 1886.

    Entre las joyas najerinas descuella el Monasterio de Santa María “la Real” fundado en 1054, tras vencer el rey García a los musulmanes en Calahorra. Fue cluniacense (siglo XI), pero incorporó el arte gótico en el siglo XV. Tiene un retablo barroco al que se incorporó un calvario gótico con una imagen románica de Santa María “la Real”, que fue encontrada por el rey García en una cueva. Sostiene una flor en la mano derecha y al niño con la bola del mundo en la otra. El rey iba persiguiendo a su halcón hasta que lo descubrió junto a una paloma dentro de una cueva en la que se hallaba una imagen de María, acompañada por una campana y un jarrón de flores. La imagen es de madera y está tallada sólo frontalmente. En el retablo también se perpetúan el rey y su esposa que, arrodillados, veneran la imagen materna. En 1948 se restauró la policromía original. El recinto sacro es panteón de reyes e infantes con una reja de acceso del siglo XVI y 12 sepulcros renacentistas: 2 orantes y 10 yacentes. También hay otro panteón llamado capilla Real de la Santa Cruz con 14 sepulturas, entre ellas la de Blanca de Navarra con varios relieves. Hay sillería gótica en el coro del siglo XV. Las cuevas con sus leyendas y un claustro “de los caballeros” del siglo XVI con filigrana tardo-gótica, elementos góticos y renacentistas preñados de símbolos. El monasterio hizo las veces de cuartel en el siglo XIX durante la guerra de la Independencia. No dejes de admirar el sepulcro de Blanca de Navarra, quien murió dando a luz al futuro rey Alfonso VIII en 1156. Entre los najerinos destaca el poeta anacreóntico del siglo XVII Esteban Manuel de Villegas -aunque en realidad era de Matute- que llamaba al río “céfiro blando, dulce vecino de la verde selva”.

    Nuevamente en ruta se te ofrecen varias posibilidades de tránsito. Es recomendable ir por Azofra y Alesanco para visitar el monasterio de las Cañas con su iglesia gótica cisterciense y el sepulcro de Urraca López de Haro. En estas tierras vino al mundo Santo Domingo de Silos. Luego llegarás a Berceo, en donde nació el literato Gonzalo, y al valle de San Millán “codiciable lugar para el cansado”.

    Serás sorprendido por dos monasterios que han sido declarados patrimonio universal de la Humanidad. El primero y más antiguo es el de Suso en el que se conserva el sepulcro románico de San Millán. Se sabe que existía ya en el siglo VI, aunque el edificio actual guarda mucho de mozárabe (siglos X y XI). Suso fue fundado sobre un eremitorio. En el siglo XI los monjes se trasladaron a un nuevo edificio. El segundo y más reciente, auque vetusto, es Yuso, monasterio famoso por su colección de preciosos marfiles románicos, claustro e iglesia renacentistas, pinturas barrocas, cobres flamencos, frescos neoclásicos, rejería... El edificio actual es gótico del siglo XV aunque con elementos clasicistas. Santo Domingo de Silos se formó como monje en este recinto. Destaca el “scriptorium” en el que se realizaron muchos manuscritos miniados (de “minio”, que es un color rojo). Los “Códices Emilianenses” del año 994 fueron concebidos entre estos muros. El códice número 60 recoge las 145 “glosas emilianenses” escritas en latín, romance y vascuence. Los marfiles están dispersos por varios lugares del mundo ya que las arcas de reliquias fueron destrozadas. Destaca el arca de San Millán que databa del siglo XI y, tras la destrucción durante la invasión napoleónica, fue reconstruida gracias sobre todo al “Documento de Sandoval” de 1601. Destaca también la arqueta de San Felices (siglo XII). El conjunto monacal está custodiado por religiosos Agustinos recoletos. Y tras empaparte de arte y cultura dirigirás tus pasos hacia Cirueña y Santo Domingo de la Calzada. Pero antes permíteme que haga semblanza de algunos de los hijos más famosos de estas tierras vinícolas.

    San Braulio escribió en el siglo VII la historia de San Millán (lo conocemos a través de una copia del siglo X que se conserva en El Escorial). Millán nació en Berceo en el 473, fue pastor hasta los 20 años, luego se hizo ermitaño junto a San Felices que durante 3 años se dedicó a formarlo. Millán practicó el anacoretismo unos 40 años hasta que fue nombrado preste de Berceo. Era muy desprendido, lo daba todo a los pobres. Junto a Aselo, Citonato, Geroncio, Sofronio y Potamia (mujer) fundó un cenobio en el año 550. Murió a los 101 años: en el 574. Su sepulcro es del siglo XIII.

    De Berceo era Gonzalo “de Berceo” que escribió la vida de San Millán, la de Santa Oria, la de Santo Domingo de Silos, las “Loores a la Virgen” y los “Milagros de nuestra Señora”, que son cantares de gesta a lo divino. Gonzalo conformó el “Mester de Clerecía” (“mester”= arte u oficio), que son varias obras medievales para personas cultas pero escritas en romance, en poesía sólo 4 estrofas de 4 versos cada una.

    En el monasterio se conservan los sepulcros de los 7 infantes que fueron decapitados en Córdoba y que son conocidos como los 7 héroes castellanos. Se conservan los cuerpos sin cabezas (que están en Salas). Todo aconteció en el siglo X. Entre los destacados están también Santo Domingo de la Calzada (+1109) y su discípulo San Juan de Ortega (+1163), santificados a fuerza de servir a los peregrinos.

   Un poco desviado de tu camino está Cañas, pero merece la pena visitar el monasterio de Santa María de San Salvador. En 1169 se le donó a la Orden del Císter una villa en Hayuela. En 1170 llegan las monjas estableciéndose en Cañas. En el siglo XII vivió una época de gran esplendor gracias a su abadesa, la beata Urraca (1225-1262). El conjunto fue reformado varias veces. Destaca su sala capitular gótica con el sepulcro de la Beata del siglo XIII o XIV junto a otras lápidas.

    Santo Domingo de la Calzada nace en torno a una figura, la de un santo amante de la peregrinación. En torno este santo, patrón de ingenieros de Caminos y Canales, se tejieron una serie de leyendas para magnificar sus actos de servicio. Así se supone que él mismo llegó a deforestar bosques enteros con una hoz (que se conserva sobre su sepulcro), construyendo además una iglesia, un puente y un hospital. Santo Domingo tiene su propia catedral  y su cabildo, pero no es sede episcopal. Por estas tierras discurre el río Oja que da nombre a la región (La Rioja).

    El hospital del santo es hoy parador nacional. Completan el conjunto ciudadano el convento de San Francisco del siglo XVI, el puente medieval, el monasterio de las Bernardas del siglo XVII, y la Ermita de la Plaza, de los siglos XIV, XVI y XVIII.

    El santo que da nombre a la población, Domingo, nació en Viloria de Rioja en 1019. Durante un tiempo optó por la vida monástica en Valvanera y en San Millán. Se retiró como eremita en Ayuela hasta el año 1039. Gregorio, obispo de Ostia, fue enviado por el Papa como legado pontificio a Calahorra y ordenó sacerdote a Domingo. Ambos se confabularon para servir a los peregrinos. Juntos construyeron un puente de madera sobre el río. De Domingo se dice que construyó una calzada de piedra entre Nájera y Redecilla, un puente de piedra que sustituyó a aquel de madera y un hospital con pozo e iglesia. Alfonso VI apoyó sus obras. Ayudado por su discípulo Juan de Ortega edificó un templo que fue consagrado en 1106 y que a la postre sería su lugar de enterramiento. En 1483 la reina Isabel concedió franquicias a quien reparase el puente construido tiempo atrás por el santo. En el siglo XVI se construyó uno nuevo por parte de Juan de Herrera, pero que fue destruido en parte en 1775 por una crecida. En 1333 se le concedió a la villa el rango de ciudad.

     La catedral fue consagrada en 1106. El primer templo fue construido por Domingo y Juan bajo la advocación de San Salvador y Santa maría. En el silo XII se construyó una nueva iglesia. Tiene girola propia de las iglesias de peregrinación. Destaca la bóveda estrellada de la capilla mayor del siglo XVI. Las naves son góticas. El claustro y la sala capitular son del siglo XIV. La torre exenta mide 69 metros y es obra de Martín de Beratúa de 1166. Se la conoce como “la moza de La Rioja”. Entre su escultura es relevante el recientemente descubierto árbol de Jesé en los soportes de la girola (siglos XII y XIII) con motivos vegetales y figuras humanas: David con arpa, su padre Jesé con el tronco o rama por detrás, la Anunciación, Isaías con su nombre inscrito, y la Trinidad coronando el conjunto: “Saldrá un vástago del tronco de Jesé y brotará de sus raíces un retoño” (Isaías). Las figuras tienen un gran paralelismo con las que conforman el Pórtico de la Gloria de Compostela y el claustro de Silos.

    Es meritorio el retablo obra de Damián Forment (+1540) que era natural de Zaragoza e hizo los retablos de la basílica del Pilar, los de la catedral de Huesca y los del monasterio de Poblet. Este que contemplas es del siglo XVI. La armadura es de madera de pino mientras que las esculturas son de nogal. El dorado y la policromía es obra de Andrés Melgar. También acoge piezas de alabastro. Es conocido como retablo del Salvador o de la Santísima Trinidad, aunque el verdadero protagonista es el culto eucarístico. Hay varias escenas sagradas y mitológicas.

    El sepulcro del santo está en una capilla en el interior de la catedral. El primero, construido por él mismo, estaba fuera, junto a la iglesia, cubierto por ramas. Tiene una imagen del santo yacente (siglo XII). En alabastro se representan varios milagros del santo (siglo XV). Está cubierto por un templete gótico del siglo XVI y una imagen del santo con gallo y gallina barrocos. La reja barroca de hierro es del siglo XVIII. Completa el conjunto sepulcral la hoz del santo. Abajo se sitúa la cripta moderna.

    En el templo catedralicio conviven una gallina y un gallo, memorial perenne de un hecho prodigioso y legendario acaecido en la villa siglos atrás. Asegura la leyenda que no lejos de aquí existía una posada en la que la mesonera quedó prendada de la hermosura de un joven de origen germano de nombre Hugonel. La fémina quiso seducir al peregrino quien no se dejó seducir. Por despecho la mujer escondió un vaso de plata entre el equipaje del joven, acusándolo de hurto ante el corregidor de Santo Domingo de la Calzada quien, ante la evidencia del delito, condenó sumariamente a la horca a aquel peregrino. Sus padres, que con él hacían el Camino, constataron que la soga no había acabado con la vida de su hijo. Ante el milagro evidente corrieron a casa del corregidor quien en ese preciso instante se disponía a zamparse un gallo (o gallina, que más da) recién cocido. Ante la inoportuna visita el corregidor afirmó enojado que sólo iría a verificar lo ocurrido si el gallo suculento (o la gallina) se erguía y comenzaba a cacarear, lo cual sucedió para gloria de los padres del ajusticiado, y de éste mismo, quienes más devotos que nunca continuaron su ruta jacobea. Por eso el dicho afirma: “Santo Domingo de la Calzada que cantó la gallina después de asada”. El gallinero catedralicio es una construcción gótica del siglo XV, y la gallina y el gallo suelen ser una donación de Gallinero de Rioja.

    Continúa tu camino sintiéndote también resucitado, recobrando el ánimo y la esperanza, porque la vida está llena de sorpresas gratas. En el Camino, como has podido comprobar, es posible el milagro de la justicia. Y con estos pensamientos llegarás a Grañón que fue cuna de varios monasterios en los siglos X y XI, y te muestra su iglesia de San Juan Bautista con retablo de Forment, y sus ermitas de los Judíos y de Nuestra Señora de Carrasquedo.

    Dejas atrás tierras riojanas para comenzar a transitar por tierra de castillos. Te recibe en nombre de la noble Castilla el lugar de Redecilla del Camino, enclavado en la Sierra de la Demanda y que fue conocido como Redecilla “de francos”. Tiene rúa Mayor y era mencionado ya en el “Cartulario” de San Millán de la Cogolla, en 1028. Tuvo un hospital dedicado a San Lázaro. La iglesia de Nuestra Señora del Camino (siglos XVII y XVIII) te ofrece la posibilidad de contemplar una joya en piedra. Se trata de la pila bautismal románica (siglo XII) con 8 columnas en el pie circular con forma de copa, edificios con ventanas, 8 torreones y 8 matacanes. Es una representación de la ciudad santa de Jerusalén.

    Poco a poco irás dejando atrás pueblos como Castildelgado, que tuvo hospital gestionado por San Millán, Tosantos, con su ermita de la Virgen de la Peña, Viloria de Rioja, patria de Santo Domingo con las cuevas de eremitas, o Belorado con su ermita de Nuestra Señora de Belén, que era hospital y en la que se venera la imagen románica de la Virgen. En la iglesia parroquial del siglo XVI hay imágenes de Santiago. Se yerguen aún casas blasonadas. En el Codex se la cita como “Belfuratus”. Se pueden ver aún los restos de un castillo. En realidad eran torres de atalayar muy comunes en esta zona en la que hubo frecuentes batallas como la de Atapuerca (yacimiento arqueológico de fama mundial que merece una visita) en la que murió el rey García en 1054 a manos de su hermano Fernando I, y así lo recuerda el mojón “fin del Rey”. Debemos mencionar también la iglesia de San Pedro con una talla románica de Santa Ana, María y el Niño, y la de Santa María con un retablo dedicado a Santiago liberador. Un puente sobre e río Tirón, construido por San Juan de Ortega, confirma la vinculación de Belorado con el Camino.

    Tras Belorado, Villafranca de Montes de Oca, que fue obispado visigótico hasta el año 1075. Aquí se produjo un milagro narrado en el Codex: nada menos que la resurrección de un joven peregrino por mediación del mismísimo Santiago, hacia 1108. El escrito medieval nos confirma que aquí comenzaba Castilla y Tierra de Campos. Entre sus monumentos destaca la iglesia de Santiago del siglo XVIII. Hubo un monasterio dedicado a San Félix, del que quedan ruinas, hospital de Valdefuentes y una ermita dedicada a la Virgen de Oca. En el siglo XIV se construyó el hospital de San Antón bajo el mecenazgo de una reina, siendo renovado en 1476 por Juan de Ortega. Podrás admirar la portada con el escudo de los Reyes Católicos. En el siglo XVIII contaba con 36 camas. La tradición quiere que fuesen éstas tierras de misión de los discípulos de Santiago. Además, eso sí es histórico, se concedían franquicias a los peregrinos y sus bienhechores.

    Habrás de ascender luego al Puerto de la Pedraja con su fuente “del Carnero” y su ermita de Valdefuentes, que fue priorato cisterciense. Deberás rendir honores con devoción a San Juan de Ortega que tiene su santuario sobre un ortigal, de ahí su nombre. El santo nació en 1080 en Quintanaortuño (Burgos) y fue discípulo de Domingo de la Calzada. Era un sacerdote que peregrinó a Tierra Santa entre 1109 y 1120, viaje en el que se vio librado de una tormenta por mediación de San Nicolás de Bari. Ya de vuelta se consagró por completo al servicio del Camino.

    Edificó en estos terrenos una capilla y un albergue. En el entorno se fue configurando un núcleo de “aforados” al monasterio. Se retiró a Montes de Oca, a un lugar llamado Ortega, en donde fundó una capilla y un hospital en honor a San Nicolás. Remató la calzada entre Nájera y Burgos, y construyó varios puentes (Logroño, Nájera, Santo Domingo, Belorado, Agés y Cubo de Bureba) e incluso una fuente. Los Canónigos Regulares de San Agustín y, a partir del siglo XV, los Jerónimos siguieron su estela. El santuario que construyó con sus propias manos se lo encomendó a dos sobrinos (se conserva el testamento). Isabel de Castilla le pidió al santo que orase por ella para tener descendencia (en agradecimiento puso el nombre de Juan a su único hijo varón). En 1971 fue nombrado patrono de aparejadores y arquitectos.

    San Juan de Ortega, el lugar, surgió de la labor constructora del santo del mismo nombre. En el siglo XVIII alguien escribió del hospital fundado por San Juan: “En el hospital parece que continúa el Santo su maravillosa caridad hasta hoy, pues tienen el privilegio de no sentir nunca mal olor y hallarse los pobres asistidos de modo increíble: les dan de comer cuando llegan y llegan a todas horas. El monasterio es pobre, pero nunca le falta para los pobres”.

    El conjunto fue declarado en 1931 monumento nacional. La iglesia es de los siglos XII y XIII aunque fue concluida en el XV. El frontón y la espadaña son del siglo XVII y alberga en su interior varios retablos. Destaca por su hermosura y simbolismo el capitel del siglo XII del ábside septentrional, con el ciclo de la Navidad, la Anunciación con el arcángel Gabriel de rodillas, la Visitación, el Nacimiento, la Virgen acostada atendida por dos parteras (Salomé y Zelomí), y el anuncio de los Pastores (un pastor con un gorro en forma de pico y un cayado, la estrella y el niño). Los dos equinoccios, el de invierno y el de verano, producen el milagro de la luz: hacia las 5 de la tarde un rayo solar recorre el ciclo de la Navidad produciendo en quienes tienen el privilegio de contemplarlo una profunda emoción.

    En el templo se conserva un sarcófago románico del siglo XII que estaba en la capilla de San Nicolás y en el que figuran Cristo y los tetramorfos, los “Doce”, la Jerusalén celeste y San Martín partiendo la capa, además de la representación iconográfica de la muerte del santo. Hay otro gótico del siglo XV con baldaquino en el que se narran la vida y los milagros del santo. La imagen yacente de alabastro le representa vestido como canónigo regular. Le acompañan 6 santos jerónimos barrocos: Marta, Paula, Eustaquia, Paulino de Nola, Eusebio de Cremona y Jerónimo. En los pináculos sobresalen ángeles. El claustro es del siglo XVII de clasicismo herreriano, y el hospital de los siglos XV y XVI, (sigue siendo albergue). Por su parte la capilla de San Nicolás, del siglo XII, era muy pobre, tanto que disgustó a la reina Isabel que aquí estuvo en 1477, por lo que se edificó otra nueva en el siglo XV a la que con el tiempo se incorporó un retablo barroco del XVIII, rejas del XVI y una fachada del XVII.

     

De Burgos a León

    La ciudad de Burgos fue fundada por Diego de Porcelos en el año 884 en las márgenes del río Arlanzón. Pronto se convirtió en sede episcopal trasladando las de Oca, Sasamón y Valpuesta. La ciudad llegó a ser económicamente pujante en la edad media por sus mercados y por ser corte real. Se conservan 4 puertas de la antigua muralla: San Martín, San Esteban, Santa María y San Juan. Destaca la calle de San Juan en donde había artesanos y comerciantes. El burgalés más universal, Rodrigo Díaz de Vivar, el “Cid Campeador”, pidió al rey Alfonso VI juramento de no haber matado a su hermano en la iglesia de Santa Gadea de esta ciudad, hoy Santa Águeda.

    Accederás a Burgos a través de la calle de las Calzadas y la plaza de San Juan con su hospital del mismo nombre, hoy casa de cultura, y la iglesia de San Lesmes en honor a este monje benedictino de origen galo que se asentó en la ciudad en 1091 quedándose para servir a Cristo “de mil maneras”. Sobre la primera capilla se edificó un templo hasta que en 1467 se construyó otro en terrenos próximos, renovado poco tiempo después con portada gótica. Alberga el sepulcro del santo, datado en el siglo XVI y obra de Luis Gabeo. En el mismo se representa al santo yacente y con báculo abacial.

    Del antiguo hospital solamente se conservan restos de la portada del siglo XV o XVI. Dentro del templo se guarda el retablo de la Cruz, que en realidad es la capilla funeraria de un comerciante. Es de trazas flamencas y está empotrado en el muro. Su iconografía se centra en Cristo con la cruz a cuestas, Cireneo, Verónica y el “llanto”, completando el conjunto una serie de santos. El Burgos monumental es en buena medida hijo de Juan de Colonia, de su hijo Simón, y del hijo de éste, Francisco. Juan fue quien introdujo el gótico flamígero en estas tierras.

    Pero antes de desembocar en la catedral recréate en la Puerta de Santa María, entre el río y la catedral, que data del siglo XVI y es obra compartida de Juan de Colonia y Francisco Vallejo. Seis figuras te contemplan y saludan desde lo alto. Se trata de las imágenes alusivas a: Carlos I, El Cid, Diego Rodríguez (fundador de Burgos), Fernán González que unificó en el siglo X varios condados castellanos dando lugar un siglo después al reino de Castilla, Laín Calvo y Nuño Rasura que eran los jueces por elección popular que decidieron quemar el Fuero Juzgo que les unía a León. Completan la monumentalidad de la portada 4 torrecillas almenadas. Las esculturas fueron modeladas en piedra por Ochoa de Arteaga.

    La catedral gótica se inició en el año 1221 asentando su primera piedra sobre un templo románico. Su fisonomía responde básicamente al floreciente siglo XIV. Como curiosidad no dejes de hacer una visita al “papamoscas”, que es un artilugio del siglo XVI que marca las horas tocando una campana al tiempo que abre la boca. Los cuartos los da “el martinillo” con dos martillos. Tras dar rienda suelta a la sonrisa acércate a la escalera dorada renacentista del XVI que tiene un aire majestuoso. El claustro es también gótico y tiene dos pisos. Desde el claustro se accede a una serie de capillas del siglo XIV con portadas y varias imágenes. Entre sus joyas destaca la puerta de acceso al mismo claustro, realizada en el siglo XIII y aderezada con imágenes santas y regias (en una de estas estampas un rey entrega un anillo a su esposa, quizás se trate de Alfonso X y su esposa Violante).

    Son monumentales las puertas de la Coronería o de los Apóstoles, del siglo XIII, y la del Sarmental, que contiene unos magníficos programas escultóricos. Agasaja tus ojos contemplando el retablo de la capilla de la Concepción, que es capilla funeraria del siglo XV, y con el tras-altar de Simón de Colonia y Vigarny, con varios relieves de los siglos XV y XVI. Y la capilla del Condestable, del siglo XV, obra de Simón de Colonia, con bóveda de dos estrellas de 8 puntas, los sepulcros de mármol de los mecenas y el “sol” de San Bernardino. Los retablos de esta capilla son de los siglos XV y XVI. El mayor es obra de Diego de Siloé y Felipe de Vigarny, mientras que el más pequeño es obra de Gil de Siloé.

    El dicho popular revela que preguntando se llega a Roma por eso también a ti te toca dejarte guiar. Hablar con los “paisanos” de cada tierra tiene su encanto, es una forma más de vivenciar la hospitalidad. En Burgos existe un Cristo de madera forrado con piel de búfalo que fue encontrado por un mercader flotando en el mar, pregunta por él y lo hallarás.

    La Casa del Cordón, la Plaza Mayor y la Cartuja de Miraflores, con un Santiago peregrino en su retablo mayor, son también lugares que convocan la mirada. Antes de irte no dejes de saludar al Cid que vive inmortalizado en una gran estatua que cabalga sobre su inseparable “Bavieca” con su espada “Tizona”.

     Saliendo de Burgos te aguardan el monasterio de las Huelgas y el Hospital del Rey (que celebra en su puerta la memoria de Santiago mediante un relieve). Este edificio hoy forma parte de la Universidad. El monasterio se fundó en el siglo XII gracias al rey Alfonso VIII y su esposa Leonor que aquí se hicieron enterrar junto a varios infantes y abadesas. Los muros del monasterio aún hoy son adornados con las oraciones de una comunidad de monjas cistercienses. Hubo un tiempo en el que la abadesa de las Huelgas tuvo potestad sobre 65 villas, llegando incluso a acuñar moneda. El propio Papa Inocencio III intervino prohibiendo a una abadesa confesar y predicar a sus monjas tal y como pretendía. En su capilla de Santiago se conserva una imagen simpática del santo patrón: es conocido popularmente como Santiago del “espaldarazo”, porque armaba caballeros tocándoles con la espada que porta.

     Nuevamente en ruta por tierras castellanas habrás de ser testigo de un dicho popular al uso en Tardajos y Rabé de las Calzadas: “de Rabé a Tardajos no te faltarán trabajos. De Tardajos a Rabé libéranos domine”.

    Podrás descansar cuerpo y espíritu reposando en Olmillos de Sasamón, contemplando su castillo gótico del siglo XV, la ermita de la Vera Cruz, con una cruz del siglo XV, y la iglesia de Santa María “la Real”, obra de Juan de Colonia, y el tímpano gótico del “Pórtico del Paraíso”.

    Llegarás luego a Hornillos del Camino que perteneció a los monjes de San Dionisio de París y tuvo hospital de peregrinos. Hontanas, que así se llama por sus fuentes, tiene además su calle Real. De camino bordearás las ruinas del que fuera convento de San Antón que tuvo un hospital de peregrinos en el que los monjes antonianos curaban el “fuego de San Antón” que provocaba el cornezuelo del centeno.

    Castrojeriz es tierra de iglesias sorprendentes: San Juan, Santo Domingo y la Colegiata de Santa María del Manzano. La Plaza Mayor porticada, el convento de Santa Clara y las ruinas del de San francisco junto con el castillo del cerro, hablan a las claras de la historia y el arte de esta villa castellana que se asienta sobre un castro. La Colegiata es fundamentalmente manifestación del arte gótico. En la portada de la fachada destaca la Anunciación y sobre ella un rosetón con vidrieras alemanas. Deberás visitar y venerar la talla de la Virgen del Manzano, del siglo XIII, cantada en las Cantigas por Alfonso X. Habita en una capilla del siglo XVIII en compañía de un Santiago Peregrino. La Virgen proviene de Almazón (Soria). El retablo mayor está bañado con el oro de América traído por un natural de Castrogeriz que acompañó a Colón en uno de sus viajes. Existe también en el recinto un sepulcro de un judío converso que hizo tallar sobre el mismo una mano y una estrella de David. Cerca de la Colegiata hay un robusto crucero con una “deesis” (representación clásica del Calvario: Cristo en la Cruz, flanqueado por su madre María y su discípulo Juan).

    Vendrán luego otras poblaciones a engrosar tu diario de ruta. Teso de Montelares cuesta arriba, Itero del Castillo e Itero de la Vega, con su ermita de la Piedad del siglo XIII Y entre los dos “Iteros” un puente de 11 arcos llamado Puente Fitero, construido en el siglo XII sobre el río Pisuerga, y que cita Aymeric Picaud en su guía. En este entorno existía una ermita dedicada a San Nicolás de Bari que era hospital de peregrinos documentados y que hoy ha sido restaurada para ser de nuevo albergue. El primer Itero es burgalés y el segundo palentino.

    Estamos ya en Tierra de Campos nacidos para ser cuna del cereal. En Boadilla del Camino hay una plaza con casas de adobe y ladrillo y un hermoso rollo jurisdiccional del siglo XV (gótico). Te agasaja la villa con su iglesia de la Asunción que guarda como un tesoro la pila bautismal del XII con triple cenefa festoneada de cruces y símbolos celtas y solares. El retablo y las tallas son platerescos. Son reseñables también el Calvario, del siglo XV, y el tornavoz del púlpito que responde a un gótico mudéjar.

    Frómista reposa junto al Canal de Castilla, dominada desde su cerro por la  ermita de Nuestra Señora del Otero. Las iglesias de San Pedro y de Santa María del Castillo, la Plaza Mayor con San Telmo y el antiguo hospital de peregrinos llamado “de los Palmeros” merecen una visita aunque sea fugaz. Detente más en la iglesia de San Martín, románica del siglo XI, en la que trabajaron con esmero dos maestros: el de Jaca, que decoró la cabecera, y el de Frómista que hizo las portadas y canecillos. Antes que templo fue palacio monástico fundado por Doña Mayor en el año 1066 y reconstruido en el siglo XIX. Tiene tres naves, crucero y cúpula con tres ábsides semicirculares, y dos torres semicirculares. Destaca también la iglesia de Santo Domingo y la ermita de San Miguel, del siglo XIII.

    Otra vez caminando habrás de hacer un hueco para la oración en la ermita de la Virgen del Socorro, en Población de Campos. Son estas tierras muy marianas. Lo confirma Villasirga o Villalcázar de Sirga en la que ahora estás y cuya Virgen engatusó al rey poeta Alfonso X. Destaca su iglesia de Santa María la Blanca (iniciada en el siglo XII), con una incipiente expresión gótica en su arco ojival y con bóveda de crucería. Hay una imagen de Santiago del siglo XVI. En la portada del templo aparecen representados Cristo, los tetramorfos y la Virgen Blanca en su trono, los Apóstoles y otras muchas figuras. El altar mayor es gótico y entre sus 5 naves Santiago tiene su propia capilla. Entre los sepulcros uno guarda memoria de un templario: Juan Pérez.

    La talla de la Virgen Blanca es del XIII con un niño decapitado en su único brazo. Contempla pese a todo su sonrisa y fotografíala en tu memoria. La Virgen Blanca es la patrona de los constructores. Sobre la puerta de salida hay un relieve en el que un caballero se despide de su dama al partir. De igual manera la Madre se despide de ti. Un poco desviada está la ermita de la Virgen del Río.

    Población de Campos es tu próxima cita que te recibe en su ermita de la Virgen del Socorro y en su iglesia parroquial, dedicada a la Magdalena. Luego irás a Villarmentero de Campos que detenta un hermoso artesonado mudéjar en su iglesia de San martín.

    Pronto darás con Carrión de los Condes, cuna del judío Sem Tob, del marqués de Santillana y de los primeros yernos del Cid. Destacan entre sus monumentos los conventos de Santa Clara y de San Francisco, así como la iglesia de Santa María del Camino, del siglo X, con la imagen de la Virgen del Camino o de las Victorias. En su portada figuran el toro y el león, símbolos de fuerza y conocimiento, ángeles músicos, y los ancianos del Apocalipsis. No dejes de contemplar la portada románica de la iglesia de Santiago, del siglo XII, con su Cristo Juez, la curiosa arquivolta que representa a 22 gremios (desde una bailarina hasta un monje) y dos capiteles con la resurrección de Lázaro y el Juicio Final. Se conserva la portada de lo que fue hospital del Temple.

    Otro de los hitos histórico-artísticos de Carrión es el monasterio de San Zoilo, del siglo XI, que fue mandado construir por los condes de Carrión para guardar las reliquias del santo traídas por un conde de Córdoba como gratificación por prestar ayuda al emir cordobés. Este recinto monacal se acabaría integrando en la reforma cluniacense. Custodió la cabeza de Santiago Alfeo que luego fue a parar a la Colegiata de San Isidoro de León y finalmente a Santiago de Compostela, caprichos de la historia. En 1993 se descubrieron arcos y pinturas románicas. En su iglesia están los sepulcros de los infantes de Carrión y sus mujeres.

    En el claustro te mirarán unos rostros renacentistas obra de Juan de Badajoz (siglo XVI), que hizo el claustro de la Catedral de León. Este monasterio es un verdadero museo en el que se guardan cuadros como “la Magdalena” de Bocanegra, “la Virgen y el Niño” de Rici y “la circuncisión” de Veronés, además de obras de la escuela de Ribera y un hermoso Cristo atado a la columna obra de Miguel de Espinosa.

    Por si fuera poco Carrión aún te ofrece más sorpresas: la iglesia de Belén cerca del puente y el museo de arte sacro del convento de Santa Clara en el que podrás disfrutar de lo lindo con obras escultóricas del genial imaginero Gregorio Fernández. Además existió un monasterio dedicado a Santiago con su portada románica y un antiguo hospital del que permanece su portón de entrada.

     Ya fuera de Carrión se yergue lo que resta de lo que fue la abadía de Benevívere, que era casa de Canónigos Regulares de San Agustín y de la que sólo podrás ver un arco con escudos blasonados. En la iglesia de San Andrés de Carrión se conserva el coro de este monasterio mientras que en el museo de Palencia se conservan tres sepulcros.

    Vienen luego Calzadilla de la Cueza, en cuya iglesia se conservan los restos del retablo de la abadía de Santa María de Las Tiendas que fue hospital de peregrinos de la Orden de Santiago, Cervatos de la Cueza con la casa-museo del General San Martín, Quintanilla, que conserva restos de lo que fue una villa romana. Ledigos y Terradillos de Templarios serán quienes te conduzcan hasta la ermita mudéjar de la Virgen del Puente (siglo XII), a la que se peregrina una vez al año al canto de la “Tantárida”.  Esta ermita fue hospedería y hospital en el que se enterraba a los peregrinos.

    Sahagún es el museo de los ladrillos moriscos. San Tirso es el gran exponente del arte mudéjar. Aymeric Picaud dejó escrito acerca de Sahagún que era “abundante en toda clase de felicidad”. La ruta museística continúa en la iglesia de San Lorenzo del siglo XII, por supuesto mudéjar. Sahagún fue tierra regada por la sangre de los mártires Facundo y Primitivo. En ese lugar se levantó un monasterio visigótico que sería revalorizado en tiempos de Alfonso II. Aquí tuvo lugar el “milagro de las lanzas” que, tras ser plantadas en tierra, se convirtieron en esbeltos árboles.

    La reforma cluniacense también  llegó a estas tierras por medio de Alfonso VI, que mimó a esta población y aquí fue enterrado. De aquí salió el padre de la antropología americana, Fray Bernardino de Sahagún, y Fray Pedro de León, artífice del lenguaje de sordomudos. El monasterio de San Pedro de las Dueñas tiene su origen en el siglo XII y en él se venera un Cristo crucificado de Gregorio Fernández. Destaca también el santuario de la peregrina, del siglo XIII. El conjunto monumental se completa con el monasterio de la Santa Cruz de MM. Benedictinas que detenta en su museo una custodia de Enrique de Arfe y una talla de la Virgen Peregrina del siglo XVI, que es la patrona de la población.

    Tus pasos te dirigirán hacia el majestuoso puente sobre el río Cea para transitar luego por Calzada del Coto, Bercianos del Camino, Burgo Ranero y Reliegos (antigua “Palantia” de los romanos).

    Mansilla de las Mulas es la “Mansella Minor” del medioevo. Fue mandada repoblar en el XII por el rey Fernando II. Tuvo murallas defensivas mirando hacia el río Esla, antiguo “Aisela”, y dos hospitales: el de Santa Elena y el de Santa María Magdalena. Puente de Villarente te recibirá con un gran puente sobre el río Porma, aquí hubo hospital fundado por un canónigo en el siglo XVI. Desviado está el monasterio cisterciense de Sandoval en Villaverde, la iglesia es hoy parroquial. Tiene sepulcros góticos y una talla barroca de Santiago peregrino. También desviado está San Miguel de Escalada, expresión viva del arte mozárabe influenciado por la mezquita de Córdoba, lo que se puede constatar en su pórtico de arcos califales enmarcados por alfiz. Estás cerca de la  antigua “Lancia”, ciudad de satures, que se edificó sobre un cerro y fue el último bastión que resistió en la Península a Roma (19 a C). Se citaba ya en el “Itinerario de Antonio”. Hay en las cercanías cuevas conocidas como “Sollantio” o “Soulantio”, en alusión a “Lancia”.

  

De León a O Cebreiro

     León es, según el Codex, una “ciudad llena de todo tipo de bienes”. Su origen romano (su nombre probablemente viene de “legio”, en alusión a las tropas romanas que aquí tuvieron asiento) nos habla de su antigüedad. Su vinculación con el Camino debió de ser intensa ya que llegó a tener varios hospitales. León es la “siempre fiel”.

    Accederás a la ciudad tras coronar el Alto del Portillo. En tu visita deberás hacer un alto en la iglesia de Santa Ana que te agasajará con pinturas mudéjares y un retablo neoclásico, y en la románica de Santa María del Mercado, junto a la Plaza del Grano con su fuente alusiva a los dos ríos de la ciudad: el Torío y el Bernesga. Otros lugares destacados son el convento de las Concepcionistas, San Marcelo, con tallas de Gregorio Fernández y su cúpula, Casa “Botines”, obra modernista de Antonio Gaudí, y el Palacio de los Guzmanes.

    Pero aún te queda lo mejor: la catedral, la “pulcra leonina”, expresión viva del gótico hispano por fuera y por dentro. Es tradicional poner la mano sobre la columna que sostiene a Santiago en la misma portada principal que se compone de tres pórticos destacando el conjunto escultórico del central. Se inició la construcción de esta obra maestra del gótico en el siglo XIII y poco a poco se vio coronada con el remate de sus torres apuntadas que indican la dirección de Dios, no dejes de mirar hacia arriba. En el parteluz hay una reproducción muy hermosa de Virgen Blanca, hay además una columna con inscripción gótica que reza: “locus appellationis”. Pero la verdadera sorpresa te aguarda en el interior con sus vidrieras hijas de la luz que te harán vivir emociones fuertes a poco que abras los ojos y dejes brotar tu sensibilidad y sentimientos más nobles. Contemplas 18.000 metros cuadrados concebidos como una auténtica catequesis visual. En el retablo mayor tienen su espacio tablas de Nicolás Francés y los restos de San Froilán en una arqueta de plata. El coro es gótico, el trascoro es del siglo XVI. Habrás de visitar y rendir honores a la reina de la peregrinación en su capilla, la de la Virgen del Camino, obra de Juan de Badajoz. En el museo podrás degustar la imaginería mariana a través de una colección que comprende los siglos XII a XIV junto a códices de indudable valor, como son el “Antifonario mozárabe”, la Biblia mozárabe” o el “Libro de las Estampas”.  El claustro de los siglos XIII-XIV está a la altura de la monumentalidad del conjunto sacro.

    Antes o después deberás rendir pleitesía al románico leonés que tiene su máxima expresión en la iglesia y el convento de San Isidoro. Según alguna crónica aquí reposa “el corazón de España”, en alusión al santo hispalense cuyos restos aquí yacen desde hace siglos. El edificio tiene sus orígenes en una antigua iglesia que se había erigido sobre un templo pagano dedicado a Mercurio. La iglesia románica se consagró en 1063 siendo titulada colegiata. Con el tiempo se vio enriquecida con elementos góticos, barrocos y renacentistas. También aquí hay una “Puerta del perdón” que se abre sólo en año jubilar y está custodiada por un perro y un león. La leyenda dice que una pareja medieval que iba camino de Compostela se rió de la expresión “puerta del perdón” y fue en ese preciso instante cuando los dos animales les enseñaron los dientes, tal y como aún hoy se puede comprobar.

    La portada principal es la Puerta del Cordero, coronada por una imagen ecuestre de Isidoro y por una representación de los signos del zodiaco, junto a los relieves de San Isidoro y San Pelayo. El templo tiene tres naves y planta en forma de cruz latina. Un arca contiene los restos del santo y sobre él se expone el Santísimo.

    Merece también la pena una visita al Panteón Real en el que reposan los restos de 23 reyes leoneses, 12 infantes y 9 condes. Las bóvedas te embelesarán con sus pinturas románicas del siglo XII en las que se narra la redención según la liturgia mozárabe. Se conservan sin retoques ni restauraciones. El gran protagonista es el Pantocrátor rodeado por los evangelistas. Figura también un calendario agrícola. Estás ante la verdadera “capilla Sixtina del arte románico”. El complejo museístico alberga más tesoros, es el caso del Cristo Majestad representado en una portapaz de marfil datado en el siglo XI, o el cáliz de ágata, oro y pedrería de Urraca.

    Te irás de León con la hermosura impresa en el corazón. Habrá sido como un vaso de agua fresca para el sediento, como un estímulo más para seguir caminando por las tierras de los maragatos, los bercianos y los gallegos. Cada vez estás más cerca, prepara las emociones. La ciudad leonesa te despide con un monumento de impronta jacobea: San Marcos y su plateresca fachada junto al puente. En una de las portadas del hoy parador hay un relieve que representa una espada de  la Orden de Santiago y un Santiago liberador. Aquí estuvo preso el ingenioso literato Francisco de Quevedo. Enfrente está el crucero traído del Alto del Portillo, será una oportunidad más para agradecer lo mucho bueno que tus ojos han contemplado.

    Te recibirá pronto Trobajo del Camino con su ermita de Santiago materializada en ladrillo. Dentro se guarda una imagen de Santiago liberador del siglo XVIII. En este lugar hubo un servicio de barcas para atravesar el río tras ser destruido el puente en 1324. El siguiente hito, aún muy cerca de León, será el santuario de la Virgen del Camino, edificado en 1961 a resultas de los desvelos del religioso dominico Francisco Coello. En el conjunto predomina el moderno hormigón, sazonado con madera, vidrio y piedra. El retablo es barroco. El santuario se edificó para hacer memoria de un hecho milagroso. En el siglo XVI se apareció aquí la Virgen a un pastor llamado Alvar Simón y en 1516 se inauguró una iglesia cuya romería cae en 5 de octubre. En 1654 se consagró un nuevo templo de sillería y ladrillo con tres naves y crucero. La estructura actual aporta trazas modernistas destacando la fachada principal con sus trece figuras espigadas que representan a María y a los 12 apóstoles (contemplas esculturas de 6 metros de altura y 700 kilos de peso cada una) obra de Subirachs. Las puertas de bronce que permiten el acceso al santuario son una lección de simbolismo.

      Llegarás pronto a Villadangos del Páramo con su iglesia del siglo XVII. En ella encontrarás símbolos santiaguistas: una escultura del santo, referencias a la batalla de Clavijo en el retablo, vidriera y otras esculturas de mérito, además de  una puerta con relieves.

    Te acercas a tierras del río Órbigo, a Puente de Órbigo y Hospital de Órbigo. En el puente tuvo lugar la gesta del caballero Suero de Quiñones, tal y como se cuenta en la inscripción del rollo que hay sobre el puente. Suero por afanes amorosos retó a 300 lanzas de otros tantos caballeros. Al final la gesta se quedó en 166, que no es poco, para manifestar su valentía a una dama. Al puente se le conoce desde entonces como “el del paso honroso”. Quien quisiese atravesarlo se había de ver las caras con el aguerrido Suero. Un libro notarial de la época da fe del hecho, por si quedaban dudas. Las justas comenzaron el 10 de julio de 1434 (que era año santo) y, salvo el día de Santiago, duraron hasta el 9 de agosto en que cayó herido el protagonista, yéndose él mismo en peregrinación a Compostela, en cuya catedral dejó la cinta azul de su dama (que se guarda en la “Capilla de las reliquias” y en la que figura una inscripción amorosa). Murió Suero años después a manos de uno de sus otrora vencidos. En su honor se celebran cada primer domingo de junio unas justas medievales.

    Entras ya en tierras de la Maragatería. Estébanez de la Calzada y San Justo de la Vega con su crucero de Santo Toribio te llevarán hasta el puente sobre el Río Tuerto. Otro puente guarda aires romanos a las puertas mismas de la capital: es el puente romano de la Molinería.

    Astorga es una encrucijada de caminos Era la “Asturica Augusta” de los romanos. Dicen que el propio Santiago dejó aquí establecido un obispo llamado Efrén. Por eso su catedral tiene el título de apostólica. Es sede episcopal desde el siglo III. Conserva aún un buen tramo de sus murallas romanas. La encrucijada afecta también a los peregrinos ya que en este punto se unen el Camino Francés y la Vía de la Plata. Astorga es como un navío de piedra anclado en un mar de silencio.

    Se entra en la ciudad por la Puerta del Sol, sigue el hospital “de las cinco llagas”, y el convento de San Francisco, que dicen fue fundado por San Francisco de Asís. Tuvo Astorga su propia judería y sinagoga. Entre sus monumentos destacan la iglesia de San Bartolomé en la que se observa bien la evolución desde el prerrománico hasta el barroco siendo reseñable la talla que se conserva de la Dolorosa. La Plaza Mayor y el ayuntamiento barroco, del siglo XVIII, con los populares dos maragatos que golpean las horas con dos mazos sobre la campana, te dan la bienvenida.

    Astorga fue hospitalaria (lo sigue siendo) ya que llegó a tener hasta 26 hospitales. Fue también bastión del catolicismo (llegó a contar hasta 50 capillas destruidas en la invasión francesa). Pero su auténtica joya es la catedral de Santa María, del siglo XV, de estilo gótico, pero enriquecida con el barroco y el plateresco. El retablo mayor es del siglo XVI (obra de Gaspar Becerra). El coro es renacentista. No dejes de visitar a María en sus tallas de la Inmaculada Concepción, obra del genial Gregorio Fernández, y la Virgen Majestad del siglo XII. Habita en el recinto sacro también un Juan Bautista del siglo XVII. La sacristía es del XVIII y el claustro tiene trazas neoclásicas. El museo alberga entre otros tesoros el arcón románico de Carrizo, y un “lignum vía” con pie románico. Una vez que salgas del interior no dejes de preguntar por Pedro Mato, representado en la figura que remata el pináculo catedralicio, allá en lo alto.

    Astorga también sustenta la huella modernista de Antonio Gaudí en su Palacio Episcopal que no llegó a serlo. En él se acoge el “Museo de los caminos”, debes visitarlo, será también la ocasión para pasear por el interior de un edificio tan imaginario como real, te sorprenderá. Y no te vayas de la tierra de las mantecadas y los chocolates sin probarlos, permítete un capricho, o si tu afán penitencial no te lo permite, al menos acércate a un escaparate. Aquí el chocolate es arte, hasta tiene su museo.

    Ya en lontananza otearás la capilla rural del “Ecce Homo” en Valdeviejas. Luego transitarás por Murias de Rechivaldo, Castrillo de los Polvazares, con su iglesia barroca y calle empedrada con casas blasonadas, Santa Catalina de Somoza, en la que hubo hospital, y El Ganso, que también tuvo un hospital y tiene su iglesia de Santiago y una capilla con el Cristo de los peregrinos en la que celebró misa el Apóstol Santiago, si la leyenda no nos engaña.

    En Rabanal del Camino culminó la 9ª etapa del itinerario del autor del Códice Calixtino. Es una población que mira a la montaña y se encarama hacia ella. Aquí hubo hospital. La fe se materializó en las ermitas del Cristo y de San José, y en la iglesia de Santa María con sus restos románicos. Destaca también la casa barroca de “las cuatro esquinas”.

    Coronarás el puerto en Foncebadón, poblado del que sólo quedan ruinas pero que fue lugar con historia ya que fue aquí en donde el ermitaño Gaucelmo fundó una hospedería edificada sobre un terreno que le concedió Alfonso VI en 1103. Incluso se cree que fue en este lugar, junto al Monte Irago, en donde tuvo lugar en el siglo X un concilio convocado por el rey Ramiro II.

    Llegado que has a la cima podrás disfrutar con tu mirada de una buena vista, al tiempo que depositas una piedra al pie de la “Cruz de Ferro” que se yergue sobre un tronco de árbol. A poca distancia, como a un tiro de piedra, está la capilla que en tiempos recientes se dedicó al Apóstol. Manjarín, Compludo, con su vetusta y original herrería, El Acebo (que tuvo su hospital), y Riego de Ambrós, con su ermita de San Fabián, te irán introduciendo en la comarca del Bierzo.

    Molinaseca te recibe y acoge con su calle Real. Llegó a haber aquí hasta 3 hospitales para peregrinos. El Santuario de las Angustias, del siglo XVIII, te da la bienvenida junto con el puente sobre el río Meruelo, hoy adaptado para el baño. El topónimo bien puede ser debido a que hubo molinos. Fue también tierra de convivencia de culturas ya que hicieron asiento por estos contornos judíos y francos, allá por el siglo XIII. Vendrá luego Pomboeza, en donde se disponía una barca para atravesar el río (hoy existe un puente), o si lo prefieres puedes encaminarte por Campo. En todo caso estás ya a las puertas de la capital del Bierzo que ya no se te resistirá, aunque los montes agudicen tu cansancio.

    Ponferrada debe su nombre al puente de hierro que se construyó hacia el siglo XI sobre alguno de sus ríos: el Boeza o el Sil. La ciudad ponferradina, de trazas modernas e impronta industrial, conserva en sus inmediaciones algunos monumentos que hablan de arte y fe. No dejes de acercarte a saludar a la Madre de Dios en su santuario de la Virgen de la Encina, en el que se venera la talla que vino de Jerusalén y fue ocultada a los musulmanes en el hueco de una encina, de ahí su apelativo. La basílica de la Encina es de los siglos XVI y XVII. Custodia también en su interior el Cristo de la Fortaleza, talla del siglo XII. El esplendor medieval de la ciudad se patentiza en el castillo de los Templarios que se conserva magníficamente, y en los hasta 9 hospitales que llegó a tener, uno de ellos fundación de los Reyes Católicos. Merece Ponferrada un paseo por la singular Calle del Reloj y la Plaza del Ayuntamiento, edificio de perfiles barrocos datado en el siglo XVII. No lejos (más lejos si no se dispone de medio de locomoción) existe un lugar para el ensueño: el Valle del Silencio, con las iglesias de Santiago de Peñalba y Santo Tomás de las Ollas, ambas mozárabes. Es aquí en donde podemos situar la legendaria “tebaida berciana”. Si algún día decides hacerte ermitaño y seguir así los pasos de San Genadio no te lo pienses más, ya tienes espacio vital en el que hallar la hermosura del silencio.

    Seguirás camino por Compostilla, Columbrianos, Fuentes Nuevas, Camponaraya y sus viñedos. Un poco desviado de tu ruta queda el monasterio de Carracedo, del siglo X, que era también albergue de peregrinos. Cacabelos, con el río Cúa y con su santuario barroco de la Quinta Angustia con fachada neoclásica, merece una parada, aunque sea breve (estás en tierras de vino). No lejos está el castro “Bergidum”, yacimiento de la época romana que da nombre a la comarca.

    Villafranca del Bierzo con su río Burbia es villa volcada en su Camino. Fue fundada en el siglo XI merced al empuje de los monjes reformados de Cluny. Ellos fueron quienes fundaron el monasterio de Santa María de Cluníaco en torno al cual nacería un “vico francorum”. Hubo hospitales. Entre sus monumentos descuellan la Colegiata del siglo XVI, la iglesia de San Francisco, el castillo del siglo XV, y la iglesia de Santiago con su “Puerta del perdón”, que hacía las veces de la compostelana para aquellos peregrinos que no lograban seguir adelante por razones de salud. En la Calle del Agua nacieron el romántico poeta Gil Carrasco y el ilustrado Padre Sarmiento. Las casonas blasonadas dan idea del esplendor que la villa tuvo en otras épocas.

    Pequeños núcleos poblacionales te conducirán a las puertas mismas de Galicia: Pereje, Trabadelo, Ambasmestas, Vega de Valcarce, con el no lejano pero casi inexpugnable castillo de Sarracín, Ruitelán, Herrerías, y La Faba, ascendiendo ya hacia Galicia, la “Tierra de Santiago” (Jacobslanz).

  

De O Cebreiro a Compostela

    La ascensión será una prueba de resistencia en la que el espíritu habrá de tirar del cuerpo. Es ésta quizás la etapa más dura pero salvajemente hermosa: el paisaje y el aire puro que respiras te compensarán con creces. En la cima te aguarda como un vigía un lugar entrañable: O Cebreiro, en donde has de hacer forzosamente una parada. Aquí el tiempo sobra porque todo se confabula en aras de la eternidad: descansa el cuerpo y se sosiega el espíritu.

           La montaña que coronas delinea la separación entre el océano Atlántico y el Mar Cantábrico que, dicen los más optimistas, se puede contemplar desde aquí en días sin niebla. Son típicas las “pallozas”, viviendas de origen celta con planta en forma elíptica delimitada por muros de piedra y una techumbre de paja que guarece del frío y de la lluvia. En el centro se colocaba un gran tronco, o varios, conocido como “pé de armar” a modo de columna vertebral que en el extremo suele dividirse en dos ramificaciones que sostienen una viga central apodada “cume”.

    La palloza antes que monumento rústico es un hogar, una vivienda típica de las zonas montañosas de Lugo y León (de las sierras de Os Ancares y O Courel). En su interior vivían personas y animales para apoyarse mutuamente, los segundos como fuente calorífica en los días más crudos del invierno y los primeros propiciando a las bestias el necesario alimento que los pastos no pueden ofrecer cuando la nieve lo impide. Estas viviendas son un ejercicio de adaptación al medio natural, un modo de insertarse en el medio natural.

    El poblado era ya conocido por los romanos como vía de acceso al centro de Galicia. Se sitúa entre los montes de O Courel y Os Ancares (Lugo) a unos 1294 mts. de altitud. El escritor árabe Idrisi llamó  a este lugar “Munt Febrayr”. En el Codex Calixtinus figura como “Mons Februari”. En otros vetustos documentos aparece como “Zebruaril” y “Zeberrium”.

    Hacia el año 836 se fundó un hospital para peregrinos que acabaría siendo también monasterio, una vez que llegaron hasta estas cimas, en el 1072, los monjes benedictinos de la abadía de San Giraldo de Aurillac, unidos a la reforma de Cluny y mandados venir por el rey Alfonso VI (la presencia monacal se vio interrumpida en 1853 merced a las famosas leyes de desamortización). En esta hospedería se alojaron los Reyes Católicos camino de Compostela en 1486 y no dejaron de favorecer con privilegios especiales a este lugar, privilegios que luego confirmaría Carlos V. En 1487 O Cebreiro pasó a depender, sobre todo por las gestiones de los Reyes Católicos ante el Papa, de la abadía de San Benito “el Real” de Valladolid (hasta 1853). El 12 de mayo de 1641 un dramático incendio traicionero devastó el complejo monástico-hospitalario. Tampoco se libró el poblado de otro desastre coincidiendo con la invasión de las tropas napoleónicas, que el 26 de junio de 1809 destruyeron los libros parroquiales. El recinto fue declarado en el siglo XX Conjunto Artístico Medieval.

    Pero O Cebreiro no sólo debe su fama a ser uno de los lugares más sorprendentes del Camino, o a sus pallozas o iglesia, sino a un milagro eucarístico que pudo haber acaecido en el siglo XIV y que dio origen a la famosa leyenda del “Santo Grial”.

         Fue entonces cuando esta citania de origen celta adquirió renombre. La fama de O Cebreiro corrió por los caminos de la naciente Europa, una vez que se hubo producido el milagro de la transubstanciación eucarística. Cuenta la leyenda que en cierta ocasión ascendió hasta O Cebreiro en plena tempestad de nieve un lugareño de Barxamaior llamado Juan para participar, como acostumbraba a hacer, del convite eucarístico que en aquel momento tenía lugar en el templo. Llegado que hubo se encontró con el despecho del celebrante quien en fuero interno desprestigió el esfuerzo del fiel campesino (“total para ver un trozo de pan y un poco de vino”). Y he aquí que el milagro se obró: el pan se convirtió en carne y el vino en sangre que chorreaba del cáliz a borbotones. El afán por guardar memoria del hecho hizo que se conservaran el cáliz y la patena del siglo XII (auténticas joyas de la orfebrería medieval) así como un relicario regalado por los Reyes Católicos en los que aún hoy se custodian la materia de aquel milagro (un trozo de carne y un pedazo de corporal con pintas de sangre).

    El mito de O Cebreiro se hizo fuerte merced a la obra “Persifal” del compositor Richard Wagner, que pudo haber hallado su fuente de inspiración en el cáliz de O Cebreiro, ligada a las leyendas en torno al Rey Arthur y sus “caballeros de la Tabla Redonda”, que emprendieron la busca del Santo Grial (el castillo de Klingsor sería supuestamente el de Balboa).

    En torno al Santo Grial, cáliz en el que supuestamente Jesucristo celebró la “Última Cena” con sus discípulos y José de Arimatea recogió la sangre que manaba de su costado, se han ido tejiendo una serie de leyendas que han tenido su reflejo en la literatura e incluso en otras artes como la pintura o la ópera. El rastro del mismo se inicia en el siglo I. Al parecer José de Arimatea lo habría llevado a Roma, corazón del catolicismo imperial. En el año 258 san Lorenzo, secretario del Papa Sixto II, para salvarlo de las persecuciones anti-cristianas, lo envaría a Huesca, siendo así que Ramiro I de Aragón mandó construir la catedral de Jaca para albergarlo. Desde el año 1071 la copa permanecería en el monasterio de San Juan de la Peña y con ella se celebró la primera misa según el rito romano en la Península, pero posiblemente estuvo en más lugares ante el acoso de los musulmanes. En 1410 su rastro pasa por Barcelona y en 1437 por Valencia. En el siglo XIX se trasladó a Ibiza huyendo de las tropas napoleónicas. Actualmente se conserva en la catedral de Valencia.

    En Gran Bretaña se gestaron una serie de leyendas en trono al rey Arturo y sus hombres de la tabla redonda que han sido llevados también al cine y la televisión. Entre las obras históricas sobre el tema destacan: “Historia Regum Britaniae” (1136) de Godofredo de Monmouth y la “Historia del Santo Grial” de Robert de Boron (hacia 1190).

    El Grial se vincula a la Orden de San Juan del Templo, o del Temple. El Parsifal de Wagner está basado en el Parzival de Wolfram von Eschenbach (hacia el 1200). En esta obra se habla de Anfortius, que era el nombre con el que firmaba el rey Alfonso I el batallador de Aragón, el cual se retiró enfermo a San Juan de la Peña para curarse junto al Grial. También se cita a Castis que pudiera ser Alfonso II el Casto. Y el castillo de Munsalwäsche sería el de Montségur en el que se refugiarían los cátaros  o albigenses (de Albi, siglo XII). Se cree que ellos conservaban en el castillo el santo Grial y que tras ser atacado y destruido en el 1234 lo llevaron a tierras aragonesas.

    El cáliz valenciano tiene tres piezas: la copa tallada en coralina de color rosa y rojo cereza que proviene de Palestina y se data entre los siglos II y I antes de nuestra era. El pie que es una copa invertida tallada en calcedonia, que hace de peana y que tiene una inscripción en árabe: “lilzáhira” (“para el que brilla”). Es de los siglos X-XII y proveniente de Córdoba. Entre las dos piezas hay un nudo que las une, es de oro y tiene dos asas. Es de estilo gótico carolingio inspirada en motivos musulmanes, y se data hacia el siglo XIII o XIV. Tiene 27 perlas, dos berilos semejantes al rubí y 2 esmeraldas. De su historia se sabe a partir del 1399, año en que le fue entregado al rey Martín que lo llevó a Zaragoza.

    Hay otros pretendidos “griales”: el cáliz de Antioquia que está en Nueva York y es del siglo IV, el Sacro Catino de Génova, que es casi un plato que procede del saqueo de Cesarea en 1100, el cáliz de Ardagh del siglo VIII, que se conserva en esta ciudad irlandesa, el cuenco de bronce de Glastonbury, anterior al siglo I, el vaso de madera de Nanteos (Gales) y la copa de santa Isabel, de cristal de roca, que se expone en el museo de Coburgo.

    El cáliz y la patena de O Cebreiro se han convertido en símbolo de esta tierra estando representados en el escudo de Galicia, rodeados por siete cruces en alusión a las 7 provincias del antiguo Reino de Galicia. Las bulas pontificias de Inocencio VIII y Alejandro VI mencionan este milagro. O Cebreiro es así patrimonio universal de la fe y de la cultura.

    Existen dos testimonios artísticos del famoso milagro. Uno es una gran losa medieval, a modo de pequeño retablo, en el que se representa el milagro eucarístico de O Cebreiro, y que se conserva en la iglesia de Vilar de Donas. El otro, mucho más reciente, es una vidriera de los arcos ojivales del convento de San Francisco en Compostela que quiere ver en  Francisco de Asís un testigo devoto del milagro a su paso por O Cebreiro (un pastor y su perro son los transmisores de la noticia a un Francisco que parece extasiarse).

    Pero la verdadera joya, el corazón de la citania, es su templo prerrománico datado en el siglo IX aunque restaurado en 1962 tras ser maltratado por el paso del tiempo y los avatares históricos: llegó a sufrir dos incendios (en 1450 y en 1641). Tiene planta basilical de tres naves con ábsides rectilíneos.  Destacan los siguientes elementos:

    La talla de la Virgen que es una pieza románica del siglo XII, restaurada en 1971, bajo la advocación de Santa María “la Real”. Se dice que la imagen sedente de la Virgen está un poco inclinada hacia adelante desde que fue testigo del milagro eucarístico, tras lo que la Madre de Dios se inclinó en actitud de profunda adoración. Su fiesta se celebra los días 8 y 9 de septiembre (hasta aquí llegan unos 30000 romeros).

    Los sepulcros de Juan “Santo” y el monje incrédulo, que en realidad son dos sencillos mausoleos bajo un arco ojival abierto en la capilla del Santo Milagro.

    La capilla de San Benito: así denominada porque está dedicada al fundador de los benedictinos, presentes durante varios siglos en O Cebreiro. Aquí reposan los restos mortales de Elías Valiña Sanpedro, “o cura do Cebreiro”, impulsor y recuperador de la peregrinación en nuestros tiempos.

    El baptisterio cumple el antiguo canon de separación física del resto del templo. En él se conserva una pila bautismal en la que se practicaba el bautismo por inmersión (práctica común hasta el siglo XIII). El tragaluz-aspillera que se puede ver en la pared indica hasta donde llega el primitivo edificio.

    La imagen de un Cristo gótico, recientemente restaurado, preside la iglesia desde lo alto del presbiterio. En realidad es una reproducción de la imagen del Santo Cristo original que se expone en el Museo de Escultura de Madrid.

  

   El templo de Santa María es casa de oración, espacio sagrado para la meditación y la contemplación silente. Es parada obligada en la que el tiempo no existe, el tiempo se hace eternidad, en donde tú también asistes al milagro de la vida que fluye en ti y en cuantos te rodean. En esta iglesita, historia, arte y espiritualidad se dan la mano para guiarte hacia tu meta y destino. Piensa ahora en todos aquellos que te preceden en el camino de la vida y en el de la eternidad, en todos aquellos que forman parte de tu vida, tus seres amados y los que no lo son tanto. O Cebreiro, bajo la mirada de los ojos grandes de su María, te invita a trascender los problemas, a saborear lo más profundo de tu esencia humana. No lo dudes, déjate hacer, déjate labrar por las piedras milenarias, déjate traspasar por la mirada de una madre, las madres son expertas en el arte de amar. Si te vas transformado de O Cebreiro entonces habrás estado de verdad como hay que estar en todo lugar y circunstancia: con integridad, desnudos de mentiras, sedientos de la verdad a la que no hay que temer. Y si no, no habrás estado, pero siempre podrás volver a intentarlo.

    Ahora ya casi todo es cuesta abajo. Poco después de O Cebreiro saludarás a Liñares do Rei con su iglesia similar a la que has visitado más arriba, Alto de San Roque, Hospital da Condesa en honor a la condesa Egilo, que aquí tuvo a bien fundar un hospital, Padornelo, Alto de Poio con su milagro del siglo XV en el que Jean de Tournai y Guillaume, atrapados por la nieve, fueron socorridos por Santiago, Fonfría con su fuente de aguas claras y frías, Biduedo y Filloval.

    Y, tras un agradable descenso por una senda natural entre espesas arboledas, acamparás en Triacastela, fin de la 11ª etapa “calixtina”. El topónimo dicen que puede provenir de la existencia en la zona de tres castillos, o incluso de tres caminos hacia Castilla. Lo que sí se sabe es que el monarca Alfonso IX la benefició mucho.

    En esta población luguesa se te ofrecen dos posibilidades. Una es la de la naturaleza ascendiendo por San Xil, Fontearcuda, y Calvor con su iglesia. La otra es la ruta que te lleva hasta la Real Abadía de Samos, inmensa mole monacal en la que los benedictinos acogen a peregrinos ansiosos de espiritualidad y arte, porque ambas cosas es Samos (que tuvo sus orígenes en el remoto siglo VI, según reza una lápida encontrada en el recinto). La fachada barroca inconclusa es la portada de una iglesia majestuosa en la que el barroco reinante te empieza hablar de su homónimo compostelano. Aquí vivió el ilustrado monje Feijoo, del que guarda memoria una gran estatua situada en uno de los claustros, y que fue realizada por Asorey. En las esculturas del templo trabajaron entre otros Francisco Moure y José Ferreiro, grandes exponentes dela escultura gallega. El río Ouribio lame con sus aguas los cimientos mismos del edificio, relación a veces convulsa, máxime cuando al río se le ocurre crecer en exceso. Cerca del monasterio se yergue humilde la “capilla del ciprés” con arcos de herradura datados en los siglos IX y X.

    Los claustros merecen una visita sosegada. Uno es el del citado P. Feijoo, de los siglos XVII y XVIII, mientras que el otro tiene un nombre más bucólico, es el “de las Nereidas”, de trazas góticas del XVI con una fuente barroca que da nombre al claustro. La iglesia es barroca del siglo XVIII obra del monje de la casa Juan Vázquez. Su interior clasicista se organiza según un plano de tres naves con cúpula semiesférica. El retablo mayor es obra de Ferreiro (siglo XVIII) a quien se debe también la autoría de las tallas de San Rosendo y Santa  Escolástica. De Moure (siglos XVI y XVII) son dos retablos y las tallas de la Inmaculada, San Juan Bautista y la Dolorosa.

     Vayas por el monte o recales en el valle del Ouribio acabarás desembocando en Sarria, ciudad del camino con su Calle Real en cuesta y sus monumentos. Uno destacado es la iglesia románica del Salvador con su Pantocrátor y el monasterio de la Magdalena de los Mercedarios. También descuella en lo alto la torre de la fortaleza de los Andrade, del siglo XIV, que habla de esplendores pasados. Sarria tuvo sus hospitales: el de San Antonio y el del convento-hospital de la Magdalena.

    Habrás de descender hacia el valle del río que sortearás caminando sobre un hermoso puente medieval que te introducirá en un frondoso bosque. Pronto llegarás a Barbadelo con su iglesia románica que ha sido declarada monumento nacional, no dejes de observar su tímpano historiado. Luego te saldrán al camino lugares como Rente, Mercado da Serra, Marzán y Mirallos con su iglesia románica de Santa María. No lejos de tu ruta está Loio en donde hubo un monasterio y que hacia 1179 fue la cuna de la Orden Militar de Santiago, aquellos mojes-guerreros que defendían a los peregrinos de las asechanzas ajenas.

    Portomarín te recibe tendiendo ante ti un impresionante puente moderno bajo el que, cuando el nivel de las aguas lo permite, aún puede divisarse, e incluso pasear sobre él, aquel puente medieval originario del siglo XII que edificó uno de los mecenas laboriosos del Camino: Pedro “Peregrino”, con el fin de facilitar el tránsito de los viajeros. El nuevo Portomarín fue inaugurado en 1962, poco después fueron traslados piedra a piedra sus monumentos más emblemáticos: la iglesia templaria de San Nicolás, de impronta románica y apariencia de fortaleza, con sus dos portadas de influencia mateana, y la de San Pedro del siglo XII, así como algunos de sus pazos. Destaca también la escalinata y ermita de Nuestra Señora de las Nieves, y la gastronomía, que es una de las señas de identidad de Galicia. Aquí podrás probar las exquisitas tartas de almendra, las truchas del río y el aguardiente. 

    Superando el valle del río Miño con su embalse de Belesar te dirigirás hacia otros lugares llenos de encanto. Un hito importante que merece visita es Vilar de Donas, aunque te suponga un pequeño esfuerzo suplementario ya que queda a desmano (unos 2 Kms). Vilar es un recinto sagrado enigmático que fue y es cantado por poetas, místicos y trovadores. Te sorprenderá su templo con planta de cruz latina y tres ábsides abovedados. El crucero tiene bóveda de crucería y la nave está cubierta con techumbre de madera. Se conservan algunos frescos datados hacia el siglo XV en los que se representa a Cristo sufriente entre los reyes Juan II y María de Aragón, y su hijo Enrique. En el centro figuran la Virgen María y el arcángel Gabriel (junto a la ventana). En la bóveda se perfilan formas simbólicas que aluden al cielo en el que aparece Cristo en una mandorla sostenida por ángeles. El conjunto se completa con una serie de sepulcros y laudas de Caballeros de la Orden de Santiago, que aquí tuvieron una sede, y con el ya citado retablo pétreo en el que figura una alusión al “milagro” de O Cebreiro.

    Las leyendas trazan su propio surco, también aquí. Hay quien sostiene que Vilar fue durante largo tiempo un monasterio en el que residían las señoras esposas, “donas”, de los aguerridos caballeros. Sería este un lugar de reclusión femenina en tiempos inseguros mientras los soldados-monjes transitaban los caminos en acto de servicio. La poesía quiso hallar aquí un filón de inspiración. Álvaro Cunqueiro derramó su creatividad componiendo un hermoso poema dedicado a las “donas” de Vilar, inspirándose en las pinturas murales que, según el ingenioso escritor mindoniense, son retratos de aquellas señoras: “Las dueñas se hicieron retratar. Una –lo dice la fina letra al pie de su retrato-, se llamaba doña Vela. De las otras no sabemos los nombres... Son hermosísimas. Sobre complicados peinados, se ordenan sus cabecillas, como flores multi-pétalas, grandes velos que dan vueltas y revueltas, o aplican sostenidos, como era moda, por rellenos de mimbre o cañavera...

    A Cunqueiro, en su visita a Vilar, le faltó oír hablar a aquellas damas de ensueño: “si vosotras ahora hablarais, vuestra voz llenaría como una fuente de agua el vaso del silencio”. Ese silencio que también aquí se hace arte, invitación a trascender los problemas de la vida, a ver más allá de las cosas dejándose arrebatar el corazón por la hermosura que es compañera de tu camino. André Maurois llegó a escribir que “cuando las cosas no van bien, nada hay como cerrar los ojos y evocar intensamente una cosa bella”. Cierra tú los tuyos y evoca todas las cosas bellas que coronan tu vida.

    En una sociedad tan hedonista como la nuestra en la que la estética y la apariencia ocupan un lugar muy destacado, es difícil valorar lo que es hermoso sin más, sin otra utilidad que la belleza misma. La belleza es una pedagogía, un estímulo para hacer brotar en nosotros lo mejor, lo más noble. Además la hermosura tiene la rara virtud de generar nueva belleza.

    Llegó a escribir Epícteto que “no es negando la belleza como se sustrae el ser humano a sus encantos; el mérito está en resistir reconociéndola”. Concluyo con las palabras del enardecido Cunqueiro dirigidas a sus “giocondas” particulares: “o me dais ese beso que huele a rosas de abril... o moriré llorando en mi soledad...los tiempos, los tiempos se nos van”. ¿Será cierto aquello que decía Platón de que la belleza es el esplendor de la verdad? Me temo que sí, porque si se nos quita la hermosura se nos arranca el corazón, y sin corazón no hay verdad posible ni cierta.

    Habrás de retomar la ruta que te conducirá al Alto del Rosario, pórtico de entrada a la villa de Palas de Rei, que pudo ser la corte gallega del rey visigodo Witiza, y que te recibe al pie del camino con su iglesia parroquial de San Tirso, de origen románico. Los peregrinos se concentraban en las afueras de Palas para reiniciar la marcha hacia Campo Leboreiro, o “de liebres”, así denominado por el Codex. Poco después alcanzarás Melide con su “museo etnográfico da Terra” y su cruceiro del siglo XI junto a la iglesia de San Pedro, con su portada románica, y la también románica de Santa María, que conserva en su interior pinturas murales del siglo XV además de un altar románico (en este mismo lugar existió un hospital dedicado a San Lázaro en el siglo XV). Melide tuvo fueros, murallas y castillo, así como derecho de cobro del portazgo (la ciudad existía ya en el siglo XII).

    Pronto llegarás a Arzúa con su albergue de Ribadiso, que fue hospital de San Antonio regido primero por las religiosas de Santa Cristina y luego por la cofradía de plateros de San Eloy. Fue también cerería y casa de labranza. Actualmente está habilitado como albergue, quizás el que guarda mejor el legado jacobeo medieval además de gozar de una situación privilegiada junto al río Iso, con su puente medieval. Arzúa es tierra de quesos y te puede endulzar la vida si visitas su “Museo do Mel”. El arte aquí se te hace presente en la antigua iglesia románica de la Magdalena.

    Ya solamente te queda comenzar a saborear tu sueño alcanzado una vez que en Lavacolla cumplas con el rito tradicional del baño higiénico. Así lo hacían los peregrinos del siglo XII y para ellos fue creado el río del mismo nombre en el que los esforzados de la ruta se bañaban de arriba abajo para entrar limpios en la Casa de Santiago.

    Acudirán en tropel a tu cabeza las imágenes del Camino, el arte de sus iglesias y monumentos singulares, las experiencias vividas y las emociones sentidas a lo largo de una ruta que, como has podido comprobar, es un auténtico museo, una sinfonía en la que el románico es el barítono. El arte del Camino ha sido tu pedagogo que te ha educado la mirada más profunda: la del corazón. Ese mismo arte que para el gran literato luso Eça de Queiroz es un compendio de la naturaleza formado por la imaginación”.


 

[1]   Américo Castro; De la España que aún no conocía, tomo I

 

"Los ríos más profundos
son siempre los más silenciosos".
Quintus Curtius Rufus (s.IdC)