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Nuestra “hermana-madre Tierra”

 

 

COMO VALOR FRANCISCANO

Fr. Francisco J. Castro Miramontes

Publicado por la Comisión JPIC de CONFRES.

 

Índice
Presentación
La ecología en la Sagrada Escritura
La ecología como valor franciscano
Propuestas de acción
Fechas a recordar
Bibliografía
Cántico de las criaturas

 

Presentación


A lo largo de los últimos años ha crecido el interés y la sensibilidad social hacia temas relacionados con el medio ambiente. A ello han contribuido mucho los medios de comunicación, que han comenzado a hacerse eco de la relevancia de los temas tratados. Hoy son pocas las personas que pueden negar que estamos ante un tema de capital importancia puesto que hablamos, ni más ni menos, que de la conservación del medio natural, de la hermana-madre tierra que nos sustenta.

La destrucción de la capa de ozono, los incendios forestales, el calentamiento global del planeta, la escasez de agua dulce en algunas latitudes, el deshielo de polar, la contaminación ambiental y la acústica, la deforestación, la lluvia ácida, el reciclaje o las radiaciones radioactivas son ya expresiones que forman parte de nuestro vocabulario y nuestras conversaciones cotidianas puesto que son cuestiones que afectan a nuestras vidas. Y así, poco a poco, nos vamos concienciando de que nuestro planeta amenaza ruina, de que el equilibrio ecológico es esencial para la supervivencia de todas las especies, incluida la humana, la cual es, salvo que se demuestre lo contrario, la más destructiva de cuantas pueblan la faz de la tierra.

La naturaleza ha sido testigo silente de la historia de la Humanidad y también de la Historia de la Salvación, tal y como nos la describe la Sagrada Escritura. Por eso podemos afirmar que la ecología es un valor religioso, en cuanto que la creación es obra de Dios.

San Francisco de Asís fue especialmente sensible a estas cuestiones. Lo fue no a golpe de razones o teorías sino a fuerza de razonamientos evangélicos, si todo lo creado viene de la mano de Dios todo es bueno, tiene un sentido que hay que respetar. Si Dios es Padre todas sus criaturas somos hermanas entre nosotros.

El presente subsidio de la Comisión JPIC de CONFRES no pretende otra cosa que ser un dedo que señale una dirección, tratando de promover en primer lugar la sensibilidad hacia estos temas y luego, tan importante como lo primero, asumir un talante ecológico, realizar opciones concretas de conservación y potenciación del medio ambiente.

 

La ecología en la Sagrada Escritura


La Sagrada Escritura tiene como pórtico solemne de entrada el libro del Génesis en el que se nos narra los orígenes de este mundo nuestro. Dios se manifiesta magnánimo creando por pura gracia el escenario material en el que se haría posible la vida. Desplegada su gran obra creadora decidió por puro amor dar vida a su obra magna: el ser humano, varón y mujer.

Los dos relatos del Génesis pertenecientes a distintas tradiciones orales, que luego fueron puestas por escrito, nos sitúan ante un auténtico resumen de la fe en todo lo creado, puesto que lo hecho por Dios, bien hecho está, según la famosa formulación: “y vio Dios que era bueno”:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y oscuridad por encima del abismo mientras el espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas. Y dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Vio Dios que la luz era buena, y apartó la luz de la oscuridad; y llamó a la luz «día» y a la oscuridad la llamó «noche». Anocheció y amaneció: día primero...

Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y mande en los peces del mar y en las aves del cielo, en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todos los reptiles que serpean por la tierra. Creó, pues, al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios, varón y mujer los creó. Y los bendijo diciéndoles: «Sed fecundos, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal sobre la tierra.»

Entonces dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la faz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para vosotros será de alimento. Y a todo animal terrestre, y a toda ave de los cielos y a toda sierpe de la tierra, animada de vida, toda la hierba verde os doy de alimento.» Y así fue. Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien. Anocheció y amaneció: día sexto.

Se concluyeron, pues, los cielos y la tierra, y dio Dios por concluida en el séptimo día la labor que había hecho, y cesó en el día séptimo de toda la labor. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había hecho. Ése fue el origen de los cielos y la tierra, cuando fueron creados” (cfr. Génesis 1, 1-31; 2, 1-4).

El ser humano bíblico tuvo desde siempre un profundo sentido de pertenencia al medio natural que, hay que recordar, es el escenario en el que se desarrolla la Historia de la Salvación. El orante hebreo lo supo expresar a través de himnos y salmos que aún hoy recitamos en nuestro oficio litúrgico. Así, por ejemplo: Sal 8; 19; 24; 104, 16-23; 136; 148, 1-4.7-10.

El “ Cántico de los tres jóvenes ” es quizás la manifestación más clara de esta certeza de que Dios está en sus criaturas y éstas deben devolverle toda alabanza.

“Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Ángeles del Señor, bendecid al Señor. Cielos, bendecid al Señor. Aguas todas del espacio, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.

Potencias todas del Señor, bendecid al Señor. Sol y luna, bendecid al Señor. Astros del cielo, bendecid al Señor. Lluvias y rocío, bendecid al Señor. Vientos todos, bendecid al Señor. Fuego y calor, ensalzadlo con himnos por los siglos.

Rocíos y escarchas, bendecid al Señor. Hielos y frío, bendecid al Señor. Hielos y nieves, bendecid al Señor. Noche y día, bendecid al Señor. Luz y tinieblas, bendecid al Señor. Rayos y nubes, bendecid al Señor. Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y colinas, bendecid al Señor. Todo lo que germina en la tierra bendiga al Señor. Fuentes, bendecid al Señor. Mares y ríos, bendecid al Señor. Cetáceos y todo lo que se mueve en las aguas, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente.

Aves del cielo, bendecid al Señor, cantadle y exaltadle eternamente. Fieras todas y bestias, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos” (cfr. Daniel 3, 57-81).

Siglos después sería Francisco de Asís, hombre profundamente bíblico, quien expresaría este mismo sentir dándole forma poética.

 

La ecología como valor franciscano


A poco que se conozca algo sobre la figura histórica de Francisco de Asís se llegará a la conclusión de que era un gran amante todo lo creado y que vivió su vida evangélica muy en contacto con la naturaleza a la que llegó a venerar como sagrada, por ser obra de la mano providente de Dios. Su famoso “ Cántico de las criaturas ” es la expresión poética y orante de un hombre profundamente enamorado de esta casa común que es el planeta Tierra al que él trataba como quien habla con su hermana o su madre. Francisco contemplaba en profundidad cuanto le rodeaba, como oportunidad única para, desde la inmanencia de las cosas, ascender al Divino Autor (cfr. 2 C 165; LM 9,1).

Las fuentes franciscanas nos ofrecen el retrato de un hombre absorto en la contemplación del medio natural como expresión suma de la presencia de Dios. De él se ha llegado a escribir: “Todas las criaturas le impulsaban al amor divino, exultaba de gozo en cada una de las obras de las manos del Señor. Para él la creación era un alegre espectáculo de cosas bellas que reflejaban al sumamente hermoso. En las criaturas buscaba a su Amado, porque ellas eran como una escalera para subir hasta Aquel que es todo deseable. Degustaba la bondad originaria de Dios en cada una de las criaturas, y era capaz de percibir el concierto celestial en la armonía del universo. Llamaba a las criaturas todas –por más pequeñas que fueran- con los nombres de hermano o hermana, pues sabía que todas ellas tenían con él un mismo principio” (LM 8, 5; 11.10). O también: “A todas las criaturas las llamaba hermanas, como quien había llegado a la gloriosa libertad de los hijos de Dios, y con la agudeza de su corazón penetraba, de modo eminente y desconocido a los demás, los secretos de las criaturas” (1C 81).

Son conocidas sus opciones en favor del medio ambiente: predicar a las aves (cfr. 1C 58), no cortar por completo el tronco de los árboles para que pudiesen retoñar (cfr. EP 118), ofrecer grano a las aves por los caminos, y miel y vino a las abejas en el invierno, extasiarse ante la visión del fuego devorador (cfr. LP 86), dar de comer sobreabundantemente a los animales (cfr. 1C 77), y hasta a las paredes, el día de la Navidad, lo que llevó a sus compañeros de fatigas a exclamar: “ hemos podido apreciar cómo hallaba en casi todas las criaturas un motivo de alegría íntima, que se manifestaba exteriormente; cómo las acariciaba y las contemplaba amorosamente cual si su espíritu estuviera no en la tierra, sino en el cielo ” (LP 88).

Todo ello ha contribuido de modo decisivo a que Francisco sea en nuestros días un personaje medieval que goza sin embargo de gran actualidad, hasta el punto de haber sido nombrado “patrono de los ecologistas”. Además nos son pocos los movimientos de corte ecológico que han nacido en los últimos tiempos siguiendo la inspiración franciscana.

Y los franciscanos de hoy no podemos, no debemos, quedarnos al margen de la historia y de la sensibilidad moderna. Deberíamos convertirnos en una voz amable que se eleve en favor de la Tierra que se ve, con demasiada frecuencia, amenazada por el descuido, la negligencia o la mala intención de quienes no la respetan ni la aprecian, salvo para obtener algún rendimiento económico.

Las Constituciones Generales han sabido captar bien el valor y sentido de la ecología como valor eminentemente franciscano: “ Siguiendo las huellas de San Francisco, muestren los hermanos hacia la naturaleza amenazada en todas partes un sentimiento de respeto, de modo que la tornen totalmente fraterna y útil a todos los hombres para gloria de Dios Creador ” (CC.GG. art 71).

 

Propuestas de acción


1/ Crear entre todos un sentir solidario en lo ecológico sabiendo que toda acción respetuosa con el medio ambiente comienza por uno mismo y por la propia casa.

2/ Favorecer la transmisión de valores ecológicos a través de los medios de comunicación y la predicación.

3/ Informarse y leer asiduamente publicaciones acerca de estos temas.

4/ No utilizar el automóvil si no es estrictamente necesario, y en caso de hacerlo ver la posibilidad de compartirlo con otras personas.

5/ Utilizar más asiduamente los transportes públicos.

6/ Participar en campañas de sensibilización acerca de cuestiones relacionadas con el medio ambiente.

7/ Hacer un uso responsable de los objetos contaminantes: reciclar aquellos que se puedan reciclar.

8/ Tener en cuenta a la hora de adquirir un automóvil el consumo de combustible y decantarse por modelos lo menos contaminantes posible.

9/ Tomar medidas de ahorro energético ya que un uso desproporcionado acaba afectando al bien común, especialmente en circunstancias en las que las energías tienen dificultad para renovarse.

10/ Apostar por los productos ecológicos pero asegurándose de que no es un mero reclamo comercial.

11/ No consumir especies animales que estén en peligro de extinción.

12/ Adquirir cada vez más productos reciclados. Es posible hacerlo ya de un modo ordinario en lo referente al papel o al vidrio.

13/ Re-utilizar aquellos productos que puedan serlo de nuevo: por ejemplo papel escrito sólo por una cara.

14/ Colaborar con organismos y/o asociaciones que promuevan los valores ecológicos.

15/ Crear entidades franciscanas que tengan como objetivo esencial la conservación del medio ambiente y cooperar con otras ya constituidas en la sociedad civil o en la Iglesia.

16/ No ensuciar el medio natural.

17/ Introducir cuestiones relacionadas con este tema en la formación inicial y en la formación permanente.

18/ Celebrar en nuestra liturgia eventos relacionados con el medio ambiente: por ejemplo las jornadas mundiales declaradas por la ONU.

19/ Nombrar a un fraile o una comisión para que fomenten y sensibilicen a los demás y a la sociedad entera acerca de la trascendencia del cuidado del medio ambiente.

20/ Ser solidarios en el empleo de bienes materiales evitando la ostentación y la injusticia. Compartir lo que la vida nos ofrece con los más pobres.

21/ Educar en valores ecológicos en nuestros colegios y otras entidades formativas a las que tengamos acceso (catequesis, pastoral juvenil...)

22/ Utilizar productos de limpieza biodegradables.

 

Fechas a recordar


22 de marzo: Día Internacional del Agua.

22 de abril: Día de la Tierra.

22 de mayo: Día Internacional para la diversidad Biológica.

5 de junio: Día Mundial del Medio Ambiente.

17 de junio: Día Internacional contra la Desertificación.

16 de septiembre: Día de la Protección de la Capa de Ozono.

 

Bibliografía


En los últimos tiempos se ha desarrollado un gran sentir ecológico en la sociedad, del que se han hecho eco las editoriales. A continuación citamos alguna de la bibliografía que puede ser útil para quien quiera conocer más:

Ecología, grito de la tierra, grito de los pobres , Leonardo Boff, Trotta, Madrid 2002.

Modelos de Dios. Teología para una era ecológica y nuclear , S. McFagge, Sal Terrae, Santander 1987.

Teología de la creación , J.L. Ruiz de la Peña, Sal Terrae, Santander 1986.

Recuperar la creación. Por una religión humanizadora , Sal Terrae, Santander 1998.

El magisterio de la Iglesia no ha quedado al margen de esta naciente preocupación por la ecología:

Encíclica “ Populorum Progressio ”, 23 y 24

Encíclica “ Fides et Ratio ”, 104

Encíclica “ Centessimus Annus ”, 37-38

Encíclica “ Laborem exercens ”, 4

Encíclica “ Mater et Magistra ”, 196 y 199

Carta Apostólica “ Octogesima Adveniens ”, 21

Encíclica “ Redemptor hominis ”, 8 y 15

Encíclica “ Sollicitudo Rei Socialis ”, 26; 29 y 34

Catecismo de la Iglesia católica 299-301; 307; 339-341; 344; 2415-2418.

Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz de 1990 (“ Paz con Dios Creador, paz con toda la creación ”).

Las fuentes y textos franciscanos más universales nos traen a la memoria el gran amor que Francisco sentía hacia todo lo creado, como reflejo constante de la gloria de Dios:

1 C 77; 79; 81

2 C 165

LP 88; 110

CC.GG. arts 9.4; 20, 1-2; 127,3; 131,1.

Franciscanos por la Justicia, la Paz, la Ecología , editorial Arántzazu 1999.

Instrumentos de la Paz. Guiados por el Espíritu Santo. Congreso franciscano internacional de JPIC, Vossenack 2000.

 

Cántico de las criaturas

“Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor:
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Loado seas por toda Criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano Sol,
que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.

Y por la hermana Luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras, que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana Agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
Por el hermano Fuego, que alumbra al irse el Sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado mi Señor!

Y por la hermana Tierra, que es toda bendición,
la hermana madre Tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!

Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!

Y por la hermana Muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
¡No probarán la muerte de la condenación!

Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén”.